Oscars 2014: Estación término para la carrera entre «Gravity» y «12 años de esclavitud»

Gracia Novás REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Los Óscar aclaran hoy una disputa que solo «La gran estafa americana» parece dispuesta a alterar

02 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Nunca una figurita humana, pese a ser abundantemente musculada y apoyarse en una espada, movió tantos titulares informativos e intereses económicos. Ni siquiera el baño de oro hace justicia a sus escasos 33 centímetros de altura y sus 3,85 kilogramos de peso. Y aun siendo tan importante, no puede con el dios tiempo, que siempre juzga con mayor dureza y clarividencia. Son muchos los que sueñan con ella, y no pocos los que jamás pudieron alzarla en gesto de victoria mereciendo sobradamente poseerla: Edward G. Robinson, Harvey Keitel, Harrison Ford, Albert Finney, Kirk Douglas, Montgomery Clift, Cary Grant, James Dean... Algunos como Peter O'Toole o Richard Burton se fueron de vacío con 8 y 7 nominaciones, respectivamente, lo que es más sangrante. Y no hay que irse tan lejos: tres de los grandes sostenes del actual star system hollywoodiense, Tom Cruise, Johnny Depp y Leonardo DiCaprio, nunca consiguieron la preciada estatuilla, aunque el último podría abandonar el pelotón de desfavorecidos esta misma noche, gracias a su formidable interpretación en el excesivo filme de Martin Scorsese El lobo de Wall Street (y si Matthew McConaughey o Bruce Dern se lo permiten).

La idea inicial del premio fue cosa del todopoderoso ejecutivo y gran magnate de los estudios MGM (Metro Goldwyn Mayer) Louis B. Mayer, alias L.B., y fue diseñado por su director de arte, Cedric Gibbons: fructificó en 1929, apenas dos años más tarde de que naciese la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos.

El tío de la bibliotecaria

Prueba de que el proyecto surgió de la forma más peregrina es su nombre: Óscar, que de tan común ni siquiera está claro su origen. No, no, no homenajea a una gran personalidad como los Goya españoles (al genio aragonés de la pintura), los César franceses (al autor del trofeo, el escultor César Baldaccini) o los David de Donatello italianos (a la famosa escultura del artista renacentista florentino). Se cuenta que la encargada de la biblioteca de la Academia Margaret Herrick, que acabó siendo su directora ejecutiva, bromeaba con que aquel caballero de la espada se parecía una enormidad a su tío Óscar, lo que contagió al personal de la biblioteca y llegó a oídos de Sídney Skolsky, columnista de Hollywood que utilizó en 1934 el apelativo en uno de sus textos para referirse al premio. Cosas que solo pasan en América, tierra proclive a la exageración y el absurdo.

Bien, la primera ceremonia de aquella incierta convocatoria se celebró el 16 de mayo de 1929 en el Hotel Roosevelt: fue una simple cena y la gala apenas duró 15 minutos. Esta noche se prevé que sus más de tres horas de pesado ritual la sigan más de mil millones de telespectadores.

Lo que verán estos mil millones de personas será -y se agradece- el final de la batalla planteada durante este último año por los filmes Gravity (diez nominaciones), La gran estafa americana (otras diez) y 12 años de esclavitud (nueve), una pugna de la que los últimos certámenes y premios parecen haber descolgado un tanto al primer título, obra de David O. Russell, un decaimiento que también recogen las elecciones realizadas por los críticos convocados por La Voz en estas páginas. Pese a lo que fueron apuntando los Globos de Oro, los galardones del sindicato de actores estadounidenses, o los Bafta (academia del cine británico), que prolongaron esta cansina disputa, es precipitado cualquier descarte, sobre todo si se valora la habitual imprevisibilidad del ya mítico anuncio al abrir el fatídico sobrecito: The Oscar goes to...

Amenaza de lluvia

El británico Steve McQueen (12 años de esclavitud) y el mexicano Alfonso Cuarón (Gravity) parecen los favoritos a imponerse en una noche en que los pronósticos meteorológicos amenazan con una alfombra roja pasada por agua. Si la lluvia es asunto celebrado estos días en California -que está sufriendo una de las peores sequías que recuerdan los parroquianos-, podría en cambio afear la fiesta del teatro Dolby y el esperado desfile de estrellas a sus puertas.

Poco importarán las inclemencias del tiempo a Cate Blanchett, que camina firme -con o sin esterilla- hacia el premio a la mejor actriz por su interpretación en la cinta de Woody Allen Blue Jasmine, como también resbalarán a Spike Jonze, que se perfila como vencedor en el mejor guion -por la escritura de Her-. Igualmente ajena al temporal se sitúa la comedianta y presentadora de televisión Ellen DeGeneres, que recupera la batuta para esta gala de la 86.ª edición de los Óscar, tarea que ya desempeñó en el 2007. Es más, es la única persona que ha llevado las fiestas de los Óscar, los Emmy y los Grammy.

Otra cosa será la suerte de Esteban Crespo, único español en liza.