«Lucy»: Psicodelia New Age y tecno-thriller

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Quienes gusten del Besson trallero y con muy buena mano para la acción, esta es la suya

25 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno: «Qué pasada, ¿no?». Otro: «Bah, onanismo mental. A Luc se le fue la pinza?». Regresamos a Uno: «Jo, qué pasa, esa manía de tomarse siempre el cine en serio?». Replica Otro. «No, tío, que Besson se ría de su señora madre». Ese era el diálogo de dos espectadores que me seguían al abandonar la sala? A punto estuve de girarme y dar la razón a ambos. Lucy es todo eso, y a servidor, que es bien pensado, ni se le ocurre imaginar que el cineasta haya tenido alguna experiencia alucinógena mientras contemplaba algunas de las varias lluvias de estrellas del calendario anual, para después plasmarlo en un guion que concluye con una lapidaria frase en torno a la vida humana y la Naturaleza, como una pincelada New Age, y que tiene en la involuntaria mula Scarlett Johansson a su principal valedora. A esta pobre tía, que va algo pasada, se supone que en Seúl le tienden una trampa que acaba con un tajo en su vientre para introducirle una bolsa con una potente droga de diseño, de funestas consecuencias para su organismo.

Y el malo de turno no es otro que el grandísimo actor coreano Choi Min-sik (Old Boy, Encontré al diablo?), cuyo personaje guarda no poca carga paródica y mucha complicidad cinéfila, consecuencia de la fascinación del director galo por el cine, la cultura? y el mercado asiático. Total que, regresando a Scarlett, la bolsa rompe en su interior y su cerebro comienza un proceso celular que hará que su desarrollo del 10?% (el actual nivel humano), pueda alcanzar el 100?%, algo insólito, tal como certifica el profesor Freeman, siempre resultón en estos registros. En fin, que por si no bastara con revestir a Lucy con maneras de tecno-thriller, el autor pone la guinda al invento con una sobrecarga de trascendencia en base a la evolución humana, algunas reflexiones ecológicas, imágenes psicodélicas y Scarlett disparando a diestro y siniestro, además de conducir a lo loco (montada con frenesí) por las calles de París, algo que, por otra parte, supone una rara debilidad en el responsable de Kamikaze 1999, su debut en 1983 y sin duda su filme más estimulante.

Dicho todo esto, y regresando al perfil espectáculo, quienes gusten del Besson trallero y con muy buena mano para la acción, esta es la suya. Y si a mayores flipan con los colorines, se darán un festín.