En la película protagonizada por James Franco y Charlotte Gainsbourg, el director alemán adopta todas las formas de melodrama televisivo de sobremesa
11 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Hace ahora casi 30 años que Wim Wenders no dirige un filme dramático convincente, Paris, Texas y Cielo sobre Berlín. Su oportunismo como documentalista parasitario le ha permitido mantenerse en la foto, desde entonces. Su retorno, siete años después de la indefendible Palermo Shooting, termina de condenar la menor esperanza autoral en un director momificado. Every Thing Will Be Fine adopta todas las formas de melodrama televisivo de sobremesa. James Franco, que está en todas, atropella mortalmente al hijo de Charlotte Gainsbourg en un accidente en la nieve, elemento ubicuo en cuanta tragedia sobreviene en esta Berlinale (ver Coixet). Lo que se nos viene encima es un alud de edulcoramiento digno de la peor soap-opera. Pero eso sí, rodado en chirriante 3-D y colores pastel, por si eso agigantase el enanismo emocional y cinematográfico del engendro.
Se esperaba con cierta expectación la rusa Under Electric Clouds. Más que nada por un tema de casta cinematográfica. Hace ahora justo un año que fallecía el gran Alexei German, tras sacar adelante, en plan orgía póstuma y pantagruélica, Hard to Be a God. El que presentase ahora película su hijo, Alexei German II, jugaba a favor de obra. No sé por qué, ya no es un debutante, tiene casi 40 años y es su cuarto largo. Y, además, las vidas creativas de ambos apenas se cruzaron. Under Electric... arranca prometedora, con una declaración de intenciones: estamos en el 2017, a cien años de la revolución bolchevique, y el mundo vuelve a la guerra. Todo se queda en palabras. Palabras delirantes, un ejercicio de cine del absurdo fallido en un non-stop de 130 minutos que provocó que media sala dejase el Palast. En la pantalla, en un escenario de apocalipsis y, otra vez, nieve, un grupo de personajes habla de Mussorgsky y de Metallica, de Joseph Brodsky y del Chapulín Colorado. De la muerte del perro de Mickey Rourke, al que se le dedica un poema elegíaco. De Solzhenitsin y de Gropius. Una mujer se hace un espagat imposible por sobre la cabeza del busto de Lenin. Qué más da. Podrían haber hablado de Chaikovski y de Chiquilicuatre y no creo que por eso la sala se hubiese vaciado más.