Mayoral indaga en «El abrazo» en la comunicación de los sentimientos

PACHO RODRÍGUEZ MADRID

CULTURA

benito ordoñez

Se adentra este libro en lo existencial, que parece ser tanto lo que se piensa como lo que se tiene, como la duda de que si lo que le pasa a uno le llegará al prójimo

15 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasan coches en plena campaña electoral por la Glorieta de Bilbao en Madrid, cargados de lenguaje banal; en cambio, a Marina Mayoral, si hay que acusarla de algo, es de disparar balas de lenguaje total. Y de seducción literaria, y de saber estar (escribiendo) y muchos verbos más que representen la acción literaria. Y que se manifiestan en su último trabajo, El abrazo (Editorial Stella Maris), una novela en la que desde el principio pasa algo. Ayer, en un desayuno, Mayoral presentaba el libro, que viaja en su primer tercio por una sucesión de acontecimientos estáticos sobre la persona, y, como suele suceder en la vida real, con las reacciones de las personas, en este caso, satélites, que giran sobre la trama.

Deslumbra la de Mondoñedo como lo hace cuando habla. Porque descifra, y tal vez, apurando, ha mejorado en su puntería. Como es verdad que ocurre todo lo anterior, cuando Marina Mayoral vuelve, hay cara de satisfacción hasta en los espejos del viejo Comercial, que parece atinada elección como forma de reivindicar las verdades urbanas. Y, entonces, la también colaboradora de La Voz, da lecciones de oralidad y hace saltar la banca del talento, y el oyente, habituado ya a tanta mediocridad capital, lo agradece.

Lo último de la escritora gallega se aleja, por ejemplo, de la obra maestra que es Recóndita armonía, que uno supone de obligatoria lectura en los colegios e institutos de Galicia y España, con esa vida perdurable que ya jamás se borrará de los para siempre recónditos de Mayoral. En cambio, indaga este libro en lo existencial, que parece ser tanto lo que se piensa como lo que se tiene, como la duda de que si lo que le pasa a uno le llegará al prójimo. Eso lo que le ocurre al personaje. Y que, en el fondo, es lo existencial de todo aquel que procura manejar más de dos dedos de frente.

Ayer no estaba Francisco Nieva, que ya ahorró dudas hace mucho para advertir que Marina Mayoral era y sería una gran autora. Otros los fueron comprobando a través de sus obras y de esa difícil virtud que es la de enamorar en las distancias cortas, que es lo que la gallega hace, desde el alumnado a los coetáneos, que coinciden en admirar la belleza del qué y cómo lo cuenta.