Al Pacino contra la modernidad

eduardo galán blanco

CULTURA

La interpretación sorprendente del mítico actor -¡imprescindible oír la versión original!- es lo mejor de Señor Manglehorn. Y quizá lo único realmente bueno de la película

22 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Son ya 75 años. Y, lejos de disimular, el pequeño gigante que fue Michael Corleone, Tony Montana, Carlito Brigante y otras enormes criaturas del cine, voluntariamente, ha empequeñecido aún más su escasa talla física, como encogiéndose, para quedarse solo en talento puro, etéreo, casi sin cuerpo.

Hace menos de tres meses que llegó a los cines La sombra del actor, otra película en la que Al Pacino insistía en los personajes desgarbados, excéntricos, hechos de arrugas y heridas, que son los únicos que últimamente parecen interesarle, desde el Doctor Muerte Jack Kevorkian hasta el Shylock shakesperiano. Al contrario que Robert De Niro, Pacino permanece largas temporadas sin aparecer en el cine e, incluso, se ha regodeado, sanamente, en la autoparodia. Más allá de hacer caja, cuando se mete en una película es porque realmente le interesa.

La interpretación sorprendente del mítico actor -¡imprescindible oír la versión original!- es lo mejor de Señor Manglehorn. Y quizá lo único realmente bueno de la película. En cualquier caso, puro oro en estos terribles años que vive el cine. Los textos, tópicos, leídos de cartas dirigidas al amor perdido, cobran vida real porque los recita el actor como si cantara un blues: «Soy un hombre solitario, ¡y he cometido tantos errores!».

El filme es pretencioso, pero la lección de humildad de un grande que lo fue todo convencerá al cinéfilo y al espectador avispado. Te dices, este hombre que hizo El Padrino, Tarde de perros, El precio del poder, en fin, toda esa Historia del Cine con mayúsculas, se mete en una peliculita de 4 millones de dólares y la llena de contenido. Eso es un actor.

Al autor de Superfumados -no haré más comentarios, señor juez- le viene grande la historia del cerrajero solitario que vive anclado en su pasado, en el amor perdido y en los deterioros de la vejez. El director va de moderno, dándole trabajo al escritor -Kids- y director indie Harmony Korine, que interpreta al tarado dueño de un prostíbulo. Y, realmente, no llegas a entender la inclusión, en montaje paralelo, de la operación real de la gatita del protagonista. No obstante, algunas ideas visuales y de realización funcionan: la luz mortecina que lo invade todo, el misterioso santuario bajo la escalera o el accidente múltiple regado por una sangre que es el rojo de sandías reventadas. Pero, junto a un ser vivo -el encarnado por Pacino-, por ese submundo barato de Austin, hecho de neones gastados y bombillas fundidas, tragaperras y cabinas de masajes, circulan demasiados personajes de cartón, incluida una irreconocible Holly Hunter, escindida en dos físicos, con la cara estirada y el cuello surcado de arrugas. Y ese final, con el mimo lanzándole la llave «mental» al señor Manglehorn, «homenaje» al Blow Up de Antonioni, te lleva al puro sonrojo.

Ficha técnica

Señor Manglehorn. EE.UU., 2014. Director: David Gordon Green. Intérpretes: Al Pacino, Holly Hunter, Chris Messina, Harmony Korine, Skylar Gasper, Jazzmin Delgado. Drama. 97 minutos.