
«Campo cerrado» reúne obras de Picasso, Miró y Dalí, entre otros creadores
27 abr 2016 . Actualizado a las 04:00 h.La posguerra española, tenida por un páramo en el terreno artístico, no lo fue tanto. Una exposición en el museo Reina Sofía en Madrid plantea la tesis de que los años cuarenta, aunque estuvieron presididos por el miedo y el silencio, tampoco fueron un erial en lo que concierne a las artes plásticas. La muestra Campo cerrado. Arte y poder en la posguerra española. 1939-1953 reivindica ese legado y esgrime el argumento de que España no fue ajena a las influencias del exterior y pudo mirarse en el espejo del pasado.

El Centro Nacional de Arte Reina Sofía acoge una gran exposición que deja exhausto al visitante. En sus salas se congregan cerca de mil piezas entre pinturas, esculturas y fotografías. Para la comisaria de la muestra, Dolores Jiménez Blanco, no es cierta la visión de que el período que va de 1939 a 1953 fuera un tiempo «irrelevante». El director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, comparte la premisa. Asegura que la etapa está tintada políticamente por la «sordidez», lo cual no es óbice para que se acometa, como se hace ahora, un estudio más detenido de las aportaciones artísticas. Borja-Villel explicó que el proyecto presenta varias «líneas de fuerza» como la «reconstrucción» de un país que acababa de salir de la guerra; el campo, un lugar «arcaico» que permite la construcción; o la fascinación por un nuevo país y la nostalgia por el otro, representado en la «tensión y contraste entre vanguardia y tradición».

Para esta ocasión el Reina Sofía ha comprado varias obras de Pascual de Lara, Tàpies y Luis Castellanos. En el recorrido se pueden encontrar artistas muy célebres junto a otros que suponen un «descubrimiento» en ese «agujero negro que había entre los años 30 y los 50», dice la comisaria. Invocando el espíritu crítico de Max Aub, cuya novela Campo cerrado da título a la exhibición, el itinerario incorpora obras de Picasso, Miró y Dalí. Las piezas del cubista aparecen en una sala monográfica para explicar el capítulo de exilio. Miró se integra en un espacio propio que actúa de antesala a la renovación interior de finales de los cuarenta. De su lado, la pintura de Dalí sirve para ilustrar la oficialización de lo moderno en el contexto de la Bienal Hispanoamericana. Algunas obras no habían sido expuestas al público desde los años setenta, como ocurre con Retrato del embajador Juan Francisco Cárdenas, de Salvador Dalí.