Una odisea excéntrica y fascinante

miguel anxo fernández

CULTURA

internet

La peripecia de «Esperando al rey» oscila entre pesadilla kafkiana y lo rocambolesco

03 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Regresamos al viejo mantra de exigir a un director y a su película que te sorprendan, que te atraiga a la pantalla aunque te cuente una milonga y no renuncie a los estereotipos. A priori Tom Tykwer parece culo de mal asiento, que no acaba de encontrar su estilo (aunque domina el oficio con elegancia), a juzgar por una filmografía tan desconcertante como las convencionales El perfume y The International: dinero en la sombra, o sus sociedades con los frikis hermanos Wachowski para El atlas de las nubes o la serie Sense8. Títulos en donde apunta maneras, aunque dificultan su catalogación. Todavía no estamos en condiciones de identificar «un» Tykwer como lo haríamos con Hitchcock, Ford, Scorsese o Fellini, por citar a voleo. Pero (y así lo confirma ahora), tiene una rara capacidad para cortarte el paso a las musarañas a tu butaca. Claro que la novela de Dave Eggers no es ajena al pleno, pero puede que en manos de otro director (Tykwer es guionista, por tanto copartícipe del acierto), derivase a carallada.

E incluso con otro actor que no fuese Tom Hanks (ya un icono, como la bandera de su país), perfecto para vestir a este Alan Clay, empresario en crisis que viaja a Arabia saudí a vender «al rey» un sistema de comunicación con hologramas tridimensionales. Realmente su personaje es la coartada para entrar a saco en una sociedad que a su vez es una de las dictaduras mejor lavadas de Oriente Próximo. Asumida que la peripecia de Clay oscilará entre la pesadilla kafkiana y lo rocambolesco, Tykwer nos sorprende con situaciones insólitas en secuencias de muy buen acabado tonal y formal. Señalemos la fiesta en la embajada danesa, el paseo del protagonista por un edificio inacabado en plano desierto para llegar al piso piloto o su inquietante paso por La Meca, algo prohibido «a los infieles». Pinceladas sobre la situación política, la opresión de la mujer, la desconfianza hacia el extranjero, la neura antiestadounidense, el yihadismo, en fin, recursos con los que el guion adereza la desazón personal de este ejecutivo que ya no será el mismo cuando asomen los créditos finales.