Schrader y la agonía de su universo freak en «Dog Eat Dog»

José Luis Losa SITGES | E. LA VOZ

CULTURA

Con «Creepy», Kiyoshi Kurosawa ofrece el mejor «fantastique» de la temporada

11 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es Paul Schrader uno de los postreros mohicanos de lo que fue el Nuevo Hollywood. Sus guiones para Scorsese y sus propias obras reflejan uno de los universos en torno a la autoinmolación y el pecado por expurgar más fascinantes y coherentes que puede hallar quien busque cine de la escuela del dolor. Como todos sus colegas de generación, ha conocido el martirologio profesional de su jubilación prematura por la industria y la ideología. Y lo combate como puede: en su anterior filme, The Canyons, aceptando el mecenazgo de una celebruty como Lindsay Lohan, el crowfunding y el protagonismo de una estrella del porno, James Deen. Con Dog Eat Dog parece haber encontrado mayor generosidad: compañeros de rodajes torturados anteriores como Nicolas Cage o Willem Dafoe -que fue el Jesucristo de la Pasión que Schrader guionizó- acuden al rescate y ponen sangre, sudor y lágrimas en un thriller extremo, bizarro, lisérgico, instalado en todo momento en la sobredosis absoluta. Es como si las sacudidas de violencia y la atmósfera irracional que presiden la función respondiesen a una inmersión colectiva en un baño psicotrópico. El propio Schrader, desdentado, sube también a escena en esta danza de la muerte blanca. Se concibe y se asume -o no- tal y como es: a puro machetazo de trama deslavazada y de monstruosidades de cineasta que lo fue todo y que ahora se permite el penúltimo hurra de su legendario universo freak, porque ya ultima un nuevo descenso a los infiernos, con Ethan Hawke y Amanda Seyfried.

El japonés Kiyoshi Kurosawa es, junto a Sion Sono, el autor esencial que ha elevado el cine japonés de terror a cimas ajenas al género como las del posfeminismo o la ideología del caos. Con Creepy, Kurosawa alcanza una cumbre del cuento de miedo onírico: su pesadilla sobre el inofensivo vecino del quinto devenido emanación de pánico de la figura del «hombre del saco» te sumerge en una burbuja surreal asfixiante. Y, según avanza Creepy, el sueño se va haciendo más perturbador y no te deja la salida de despertarte porque lo que esa pantalla relata es materia que te atrapa y te desvela.