La Fundación Miró de Barcelona exhibe la pasión artística por el ajedrez
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CULTURA
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Con Duchamp como gran hilo conductor, la exposición abarca la visión de este juego desde las vanguardias de comienzos del siglo XX hasta los pioneros del arte conceptual
28 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.A las diversas lecturas que se pueden hacer del ajedrez -un teatro de opuestos, un desafío intelectual, una metáfora reglada de la guerra-, la Fundación Joan Miró de Barcelona ha sumado la perspectiva del arte: la exposición Fin de partida recorre algunos de los hitos de la creación plástica del siglo XX, de las vanguardias al inicio del arte conceptual, tomando el tablero como hilo conductor. Para ello, ha elegido una figura que resume ambos ámbitos, el artístico y el ajedrecístico, de forma casi inseparable: Marcel Duchamp. El francés fue un apasionado jugador y un minucioso teórico del ajedrez, que ejerció tanta influencia en su obra como esta en generaciones y movimientos posteriores del arte.
Fin de partida. Duchamp, el ajedrez y las vanguardias, patrocinada por la Fundación BBVA, reúne casi ochenta piezas, entre esculturas y pinturas, además de textos, fotografías o fragmentos de películas, con las que el comisario, Manuel Segade (A Coruña, 1977), propone un recorrido que arranca en 1910 con el óleo La partida de ajedrez, en el que Duchamp retrata a sus dos hermanos jugando, y se prolonga hasta 1972, con parada en nombres clave como los de Paul Klee, Kandinsky, Robert Delaunay, Man Ray o Max Ernst. Duchamp también está representado con cuatro de sus célebres ready-mades -uno de ellos, un ajedrez portátil magnético- de distintas fases de su trayectoria.
Viaje cronológico
En este viaje, cronológico y también conceptual, se aprecian las apropiaciones e interpretaciones del juego por los creadores. El atractivo del tablero para los cubistas, por ejemplo, o para la Bauhaus, que lo rediseñaron en función de sus criterios estéticos y funcionales. Igualmente, el constructivismo ruso y la expansión del ajedrez como parte de la educación de las clases obreras avanzaron a la par, mientras que los surrealistas aplicaron a la rigidez de las casillas y las figuras su capacidad subversiva para desentrañar y revelar lo oculto. Un período, el de comienzos del siglo XX, en el que coinciden «el cénit del ajedrez, que había pasado de ser un pasatiempo intelectual a un juego de masas, con la eclosión de las vanguardias», en palabras de Segade.
El ajedrez como metáfora bélica se hizo especialmente elocuente durante los años treinta y cuarenta, cuando la propaganda de las naciones y bandos se concentró en su poder como símbolo del triunfo. Los nazis lo adaptaron a su propio juego, Tak Tik. De forma más material, la contienda también contribuyó a la difusión del juego mediante migraciones y exilios, representado aquí por la portuguesa Maria Helena Vieira da Silva, afincada en París y que en plena huida a Brasil, en 1943, pinta La partida de ajedrez, donde las figuras parecen diluirse en el encasillado.
La propia estética del juego también inspiró a incontables artistas, que diseñaron sus propias piezas. Algunas llegaron a protagonizar su propia exposición, como la que organizaron en 1944 en Nueva York Max Ernst, Julien Levy e, inevitablemente, Duchamp. El francés, que en 1923 anunció que abandonaba el arte para dedicarse por completo al juego -y en 1932 publicó un manual sobre finales de partida-, finalmente sí elegiría el ajedrez para escenificar su retirada de la escena pública, a través de una performance con John Cage en 1968. Es en estos años cuando el arte conceptual se inspira también en esta práctica; en la muestra se incluyen ejemplos de Yoko Ono -un juego pacifista con todas las piezas blancas- o George Maciunas. Si en las vanguardias los artistas eran parte de la popularización del ajedrez, «en la segunda mitad del siglo XX los que trabajan con él lo hacen porque Duchamp lo hizo primero», subraya Segade.
Todos ellos quedaron cautivados por la fascinación que el ajedrez ejerció sobre ellos: «Tiene toda la belleza del arte y mucho más», escribió Duchamp en 1952. «Si bien no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas». Cuando murió, en 1968, el diario Le Figaro publicó su obituario en la sección de ajedrez.