¿Qué quiere decirnos Rosalía en su nuevo vídeo «De aquí no sales»?

CULTURA

La pieza audiovisual del capítulo cuatro de «El mal querer» llega, como siempre, cargada de simbolismo para dejarnos claro, esta vez, quién dicta las normas

24 ene 2019 . Actualizado a las 09:48 h.

Rosalía lanzó este martes, con nocturnidad y alevosía, una nueva entrega de ese relato inspirado en una historia de amor medieval que es su segundo disco, El mal querer. De aquí no sales es el capítulo cuatro de una narración que repasa a golpe de cante, palmas y de una abrumadora y detalladísima iconografía, que la catalana ya ha hecho suya, cómo nos queremos hoy (cuando nos queremos mal): suele adolecer el amor moderno de una falsa tradición que lo hace asfixiante y patriarcal, envidioso, sometido y desgarrador. Disputa, sobrenombre del nuevo tema, llega después de Malamente (capítulo 1: Augurio), Pienso en tu mirá (capítulo 3: Celos), Di mi nombre (capítulo 8: Éxtasis) y Bagdad (capítulo 7: Liturgia) y supone la parte más agresiva de este contundente discurso, además de la más arriesgada y experimental musicalmente. Pero eso ya lo sabíamos tras la escucha del disco. ¿Qué ha querido decirnos ahora con este pieza audiovisual rebosante de simbolismo?

El videoclip De aquí no sales, dirigido por Mau Morgó y Diana Kunst - quien ha trabajado anteriormente con A$AP Rocky, FKA Twigs o C. Tangana- bebe directamente de Akira, anime de 1988 del que Rosalía extrae la estética cyberpunk para aplicarla a un contexto patrio: ahí están los molinos de viento, al más puro estilo Don Quijote de la Mancha, símbolo castellano por excelencia, y ahí también su inconfundible cultura urbana: el chándal, las bailarinas en la piel de una pandilla de moteras, la gasolina.

Si, de una forma u otra, las raíces de la catalana siempre están presentes en todas las representaciones audiovisuales de sus temas, en esta son todavía más evidentes: la melodía tradicional incluye un ritmo de  seguiriya (uno de los palos más antiguos del flamenco) y el sampleo del motor de unas motos, ruge que te ruge. «El uso de la palma junto al sampleo de mi voz gritando al final le dan mucha energía a la canción cuya historia tiene más violencia», explicó la propia Rosalía, ya hace un par de meses, en unos stories de Instagram en los que desgranó el proceso completo de creación del álbum.

Aceleran el ritmo las motocicetas y también los propios chillidos de Rosalía -«eh, eh, eh»-, lo que en el vídeo se refuerza con los marcados movimientos de la coreografía, las cajas y las explosiones para contarnos un episodio de toxicidad y de poder, del empoderamiento -al fin- de la mujer, de la revancha, de una mujer que comienza a dictar las reglas, que pone fin a una relación.

En De aquí no sales, la canción preferida de Rosalía de todo el disco, la protagonista se reúne con su gang de chicas para prenderle fuego a uno de los molinos de la árida Castilla, un acto de rebelión más que de vandalismo; el molino reemplazando al torreón donde se encerraba a las princesas; ella, la mujer, luchando contra gigantes (el poder del hombre), tal y como han identificado algunos usuarios de las redes sociales.

En estas lecturas se pone también la lupa en el aceite de motor que embarra a Rosalía como símbolo de una relación empantanada, cimentando además el mito de la artista nacida y criada en la periferia urbana, en zonas de construcción, «entre camiones [habituales de sus vídeos], metal y machismo». Ella se rescata sola, prende fuego a su cárcel y huye en moto, en plena libertad. Y, apunta la misma interpretación, lo hace no para enlazar con otra relación, sino para unirse a sus amigas, hermanas casi aquí, sororidad pura y dura.

Hay también una personalísima carga estética que hace un guiño al arte más español -en el vesturario que luce Rosalía se cuentan piezas de María Escoté, Celia Valverde, María ke Fisherman, Manémané, Heridadegato, Moisés Nieto o Cortana-, pero también al internacional: su look evoca a las modelos de Givenchy durante la presentación de la colección de otoño/invierno en París hace cuatro años. Las lentillas turquesas, los mechones con forma de caracola pegados al rostro, las aplicaciones con forma de flor que decoran su rostro o las grandes lágrimas de perla que le cuelgan a ambos lados de la cara. 

Se identifican también otras fuentes de inspiración en esta particular puesta en escena: el mundo bereber en ese sofoco de joyas tan Madonna y los baby hair -cabellos nuevos que salen alrededor de la frente, aquí destacados con gel o cera para crear un aspecto más moderno-, típicos que las afroamericanas y que tanto han lucido famosas como Katy Perry, Jennifer Lopez o Nina Dobrev.