La dama que marcó el camino de la «nouvelle vague»

Aurélie MAYEMBO PARÍS / AFP

CULTURA

DANIEL DAL ZENNARO

Cineasta independiente y comprometida en su vida profesional y privada, deja obras como «Cleo de 5 a 7» y «Caras y lugares»

01 jul 2019 . Actualizado a las 17:00 h.

Fue una figura emblemática del cine independiente francés, a la vez poética y comprometida, fuente de inspiración para muchos artistas. Agnès Varda, única representante femenina de la nouvelle vague y compañera durante 30 años del cineasta Jacques Demy falleció a los 90 años. Consagrada en los altares oficiales del cine, ya que recibió un Óscar honorífico en el 2017, Varda rompió los códigos y deja una filmografía marcada por un interés genuino por el ser humano y una originalidad ubicada entre el documental, la ficción y la autobiografía.

El año pasado, en la alfombra roja de Cannes, encabezó junto a Cate Blanchett un numeroso grupo de actrices y productoras para abogar por la «igualdad salarial», reafirmando su estatuto de icono del séptimo arte. Infatigable, trabajó hasta el final de su vida y el mes pasado presentó un documental autobiográfico en el Festival de Berlín. A los 88, esta también fotógrafa y artista plástica, había retomado la carretera con el artista JR, 50 años más joven que ella, para filmar lugares olvidados de Francia para su documental Caras y lugares, que le valió una nominación a los Óscar.

Sin embargo, el cine no se le presentó como una evidencia. Nacida el 30 de mayo de 1928 en Bruselas, de madre francesa y padre griego, Arlette (su verdadero nombre) inició primero una carrera de fotógrafa, después de cursar estudios de arte en París. Para su primer filme, La pointe courte (1954), contó con pocos recursos y ninguna cultura cinematográfica (afirmaba solo haber visto hasta entonces una decena de películas). El largometraje, con el actor Philippe Noiret y Alain Resnais en el montaje, está considerado como una cinta precursora de la nouvelle vague, un movimiento que sacudiría el séptimo arte cinco años después del estreno de la cinta. Después de tres cortometrajes poéticos, Varda firmó en 1962 Cleo de 5 a 7, un conmovedor recorrido por París de una joven que espera unos resultados médicos decisivos. «Mi apuesta era mostrar cómo esta mujer tan coqueta, narcisista, se transforma en 90 minutos, puesto que está filmada en tiempo real. Su miedo a tener un cáncer la despierta», resumía. Madonna, fan de la película, quiso durante un tiempo interpretar el papel en un remake. Un proyecto que nunca se concretó.

Varda rodó varios documentales políticos como: Hola cubanos (1963), Black Panthers (1968), el filme colectivo Loin du Vietnam (1967)... Se sumó además a la causa feminista con Una canta, la otra no (1977), sobre el aborto. Ya sea filmando una artista hippie en San Francisco (Tío Yanco, 1967) o a los muralistas de Los Ángeles (Mur Murs, 1981), la cineasta siempre dio muestras de una gran curiosidad por los demás. A la vez, construyó una diversa galería de retratos, desde sus amigos artistas hasta las viudas de la isla francesa de Noirmoutier. Su vertiente social se expresó en particular en Sin techo ni ley, León de Oro en Venecia en 1985, un largo flash back que recorre los últimos días de una joven marginal, hallada muerta de frío.

Con Los espigadores y la espigadora (2000), ilustró los pobres que recuperan en los campos y los mercados las verduras olvidadas o invendidas. Una ocasión para enfocar con los proyectores la patata, el comestible «que no se mira».

Playas y amor

En el 2008, rindió homenaje a las playas de su vida y al «más querido de los muertos», Jacques Demy, en la cinta Las playas de Agnès, César al mejor documental, los premios de cine francés. Se trata de un autorretrato que muestra las playas de Bélgica de su infancia, pero también las de California y de Noirmoutier, adonde iba de vacaciones. Las últimas imágenes la muestran sola, en una silla, salpicada por las olas. A su compañero fallecido en 1990, director de Las señoritas de Rochefort, Varda le consagró una trilogía. Tuvieron un hijo, Mathieu Demy, convertido en actor, y Rosalie Varda, que fue adoptada por Demy y que trabaja actualmente en la empresa que gestiona los filmes de sus padres.

Varda recibió en el 2015 una Palma de honor en el Festival de Cannes por el conjunto de su carrera. Al presentar en febrero en la Berlinale su último documental Varda por Agnès, lo consideró una «forma de decir adiós».