El espectáculo audiovisual permanecerá en la plaza, pero la pirotecnia tendrá que reubicarse por la protección del patrimonio arquitectónico, tanto la catedral como el pazo de Raxoi
24 jul 2020 . Actualizado a las 00:20 h.Los fuegos del Apóstol abandonarán la plaza del Obradoiro. Después de 450 años, el espectáculo que anuncia la gran fiesta de Santiago busca nuevo emplazamiento. Y ya para este año. La rehabilitación de la catedral hace inasumible el retorno de la carga pirotécnica a la basílica, y las condiciones constructivas de la cubierta del Ayuntamiento, desde donde se lanzaban en los últimos años, desaconsejan su continuidad allí, por cuestiones de seguridad y de conservación. Su estructura es de madera con cubrición de teja, y los destrozos que ha generado esa actividad en los últimos años obligan a asumir ahora una intervención valorada en 700.000 euros.
El Ayuntamiento busca alternativas para reubicarlos, desde la perspectiva de que continúen siendo el reclamo que han sido durante siglos para la ciudad, aunque desde la década de 1990 comparten protagonismo con el espectáculo de imagen y sonido que comenzó proyectándose sobre la catedral, y que en el último lustro tenía como soporte la fachada del pazo de Raxoi. Esa parte de la función permanecerá en el Obradoiro, aunque posiblemente mirando de nuevo a la basílica. La aérea, la original, y que la ciudad celebra desde hace 450 años -según apuntaba ayer el alcalde-, tendrá que irse. En principio se baraja su traslado al parque de Belvís o a la Alameda, ambos en el casco viejo, pero esa decisión está aún por tomar.
La restauración de la catedral ha cerrado el sempiterno debate en la ciudad sobre la conveniencia de no someterla al estruendo de la pirotecnia. Y las normativas de seguridad y la afectación sobre la cubierta del consistorio certifican ahora que su tiempo en el Obradoiro ha concluido. Su exilio dejará más espacio en la propia plaza para ver la parte más cinematográfica del espectáculo. Con el paso de los años, las medidas de seguridad pirotécnica que obligan a dejar pasillos libres habían reducido de forma importante el aforo.