
La cinta de la debutante Manele Labidi funciona como divertimento amable, que tampoco pretendía meterse de lleno en la crítica política, aunque deje algún sutil apunte
20 sep 2020 . Actualizado a las 13:05 h.En Túnez prendió la mecha de aquella ilusionante primavera árabe del 2012 que hizo imaginar a muchos ciudadanos vientos de cambio y de libertad, que después acabó como acabó, aunque eso aquí ahora no toca. Lo que toca es que la protagonista de Un diván en Túnez se lo creyó, y después de varios años en París y de formarse en psiquiatría, decide regresar a su país para montar una consulta, vistos los nuevos tiempos y la de gente que necesitará de sus servicios. Eso suponía ella.
Ópera prima de la debutante Manele Labidi, no aspira a sumarse al cine político generado por aquella fallida revolución norteafricana sino afrontarlo en tono de comedia costumbrista, que es más agradecido y no le impide trazar una radiografía sociopolítica de aquellos tiempos y a toro pasado. Como era previsible, la recién llegada viene muy por delante de sus convecinos y no espera toparse con un muro burocrático más resistente que la muralla china, además del resignado «Insha'Allah», ese «Si Alá quiere», tanto como asumir una desesperante resignación…
Que nadie espere un análisis profundo de aquel fracaso, puede que por los temores de una debutante o para evitar meterse en camisas de once varas: léase el fundamentalismo y sus apéndices, que habrían arruinado la carrera comercial de un filme destinado a arrancar sonrisas, aunque entre fotogramas y escenas se cuele una atinada disección de aquella sociedad.
Si abrir la consulta le supone un papeleo inacabable y no pocas presiones de las autoridades a través de la policía local, lo cierto es que mientras permanece operativa se forman colas porque la gente tiene necesidad de hablar, de comentar sus problemas domésticos, sentimentales y económicos, quizá sea por el temor ante los cambios que se avecinan. Pero eso sí, en el fondo, tampoco se les ve muy interesados en que les muevan los lindes -los mentales y los otros- pues a fin de cuentas con ellos nacieron y entre ellos se criaron.
La cinta funciona como divertimento amable, que otra cosa tampoco pretendía. De paso, al haberse rodado allí, relucen sus notas de ambiente y una agradecida sensación de frescor.
«UN DIVAN Á TUNIS»
Francia, Túnez. 2019.
Directora: Manele Labidi Labbé.
Intérpretes: Goldhifteh Farahani, Majd Mastoura, Aïsha Ben Miled, Feryel Chammari, Hichem Yacoubi.
Comedia.
88 minutos.