
Cuando se cumplen 500 años de la caída de la capital azteca de Tenochtitlán, las editoriales contribuyen a esclarecer y avivar el debate de la conquista
07 dic 2021 . Actualizado a las 08:52 h.Termina el 2021 y era evidente que en un año, por conmemorativo que fuera, no se arreglaría lo que no se amañó en 500. El quinto centenario de la toma de Tenochtitlán, capital del imperio azteca, caída el 13 de agosto de 1521 después del asedio de las tropas españolas lideradas por Hernán Cortés, se cumplió hace unos meses. Y la herida sigue abierta.
Más allá de la oportunista carta al rey Felipe VI enviada en el 2019 por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en la que reclama a España disculpas públicas, ha habido voces templadas como la del ensayista Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947), partidario de arrebatar a la política el debate y entregárselo a la historia, que sí echan en falta en España una puesta en valor historiográfica de la heroicidad del pueblo mexica y en particular del emperador azteca Cuauhtémoc.
Gabriela Wiener (Lima, 1975), que vive en Madrid, afirmaba recientemente que países como España y Francia tienen «mucho por lo que disculparse» por su pasado colonial, aunque parecía conformarse con que mostrasen un poco de «empatía y respeto». La escritora chilena aseguraba a Efe que «la colonización condiciona cada momento de nuestras vidas», en una confirmación de que es un asunto no solo latente sino muy candente y que, entiende, sobrepasa la esfera pública para colarse en la más íntima y personal.
Si de algo ha servido la efeméride es para reforzar el pulso editorial en torno a este fenómeno, que polariza las posturas entre indigenistas-revisionistas y quienes añoran la gloria y el mito del imperio patrio. Esa necesidad de conocer y de perspectivas nuevas no invalida los clásicos, como La Historia de las Indias y Conquista de México (1552) de Francisco López de Gómara, que rescata la Biblioteca Castro en una deliciosa preparación de la profesora peruana en la Universidad de Ginebra Belinda Palacios. Aunque el clérigo soriano nunca cruzó el Atlántico, realizó un amplio relatorio (desde el primer desembarco de Colón en La Española hasta sus días) basado en fuentes como las Cartas de relación de Cortés o la Historia general de las Indias del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, pero también en los buenos contactos que mantenía con las altas esferas del Consejo de Indias. Precisamente, la primera edición del texto que rehabilita Palacios fue prohibida por la Corona en 1556 por las críticas que incluía a los desmanes de los soldados españoles en la conquista.
La palabra conquista envenena América y, particularmente, México, aunque parece desdeñarse que la rendición de la ciudad de Tenochtitlán se logró con el apoyo al cerco de otros pueblos sometidos por los mexicas que colaboraron en la acción militar.
Lo recuerda el historiador Esteban Mira Caballos, autor de Hernán Cortés, una biografía para el siglo XXI (Crítica), que explica a Efe que «un 99 % de las huestes o de las tropas que entraron en Tenochtitlán eran mesoamericanas», lo que lo lleva a afirmar que «es cierto ese dicho de que los indios conquistaron América y los españoles la independizaron de la metrópoli». Realmente, insiste, se ha impuesto «una interpretación errónea e interesada de lo que ocurrió», más allá de que, en verdad, «hubo matanzas y atrocidades». Pero lo que en la conquista de México no hubo, quiere dejar claro, es un genocidio, entre otras razones, porque Cortés «quería gobernar un territorio y necesitaba mano de obra». Acepta sí que hubo casos puntuales, como en las Antillas menores, que fueron declaradas islas inútiles por parte de los españoles, o en la Mosquitia hondureña, donde Fernando VI ordenó que todos los indios debían ser exterminados aunque la medida no llegó a consumarse.
En su opinión, entre los historiadores de todo el mundo no hay tantas diferencias a la hora de interpretar la figura histórica de Cortés. Otra cosa muy distinta es lo que ocurre «a pie de calle», en donde puede ser visto como un genocida o como un liberador de las tribus indígenas sometidas a la tiranía mexica. «Yo digo que ni liberación ni genocidio, que la historia se suele mover en tonos intermedios», recalca.
Una tesis similar a la que defiende el historiador Fernando Cervantes en su ensayo Conquistadores. Una historia diferente (Turner), que ahonda en la complejidad del proceso sin por ello evitar la denuncia de las atrocidades cometidas. «La historia hay que aceptarla; no es como hubiéramos querido que fuese, sino como fue», insiste en deplorar los vicios presentistas Mira, quien señala que «hubo barbaridades, como han ocurrido a lo largo de miles de años», pero insta a quedarse, «no con la destrucción del mundo prehispánico, sino con la creación de la América mestiza que todos queremos y admiramos». Como historiador, además, no ve sentido a «empezar una vorágine de disculpas donde los tunecinos nos pidan perdón por la conquista cartaginesa de la Península o los españoles a los franceses por haber capturado a Francisco I en la batalla de Pavía».
Un aspecto parcial pero revelador abordan Tomás Pérez Vejo y Alejandro Salafranca en La conquista de la identidad. México y España, 1521-1910 (Turner), que, a través del arte, indaga la «guerra de imágenes» con que ambos Estados manipulaban la historia según su idea de la conquista.

Esteban Mira Caballos, historiador: «Los restos de Cortés corren peligro en México y deben volver a España»
El biógrafo de Hernán Cortés Esteban Mira Caballos cree que los restos del conquistador extremeño «corren peligro en México», donde su figura cada vez despierta más animadversión, por lo que, a su juicio, «ha llegado el momento» de que el Gobierno español solicite su devolución para que retornen a la tierra que lo vio nacer. Esteban Mira (Carmona, 1966), doctor en Historia de América, pretende devolver el personaje «al terreno de la historia, de donde nunca debió haber salido». Recuerda que sus restos ya fueron cambiados de sitio y escondidos por Lucas Alamán en el siglo XIX para evitar su profanación. Hoy se encuentran en la ciudad de México, en la capilla del hospital de Jesús Nazareno que él mismo fundó y que «cinco siglos después sigue funcionando con sus quirófanos y uvis móviles». Según Mira, aunque pocos saben que los restos están ahí, en el presbiterio, donde el enterramiento pasa desapercibido, identificado con una pequeña placa, este año, con la celebración del centenario de la caída de Tenochtitlán, el acceso a la iglesia ha estado controlado para evitar posibles altercados.
Así, aunque la voluntad del conquistador fue reposar eternamente en Nueva España, la tierra que tanto amó, el profesor Mira, que lleva 30 años estudiando su figura histórica, sostiene que España debe reclamar los restos para que descansen en paz en su localidad natal de Medellín (Badajoz).
A su juicio, Cortés es tan odiado en México porque «se ha creado una leyenda negra en torno a él y tergiversado los hechos, entre otras cosas porque se plantea que España conquistó México y se habla en términos que no son reales».
Autor de biografías de otros descubridores y conquistadores, como Pizarro, Hernando de Soto o Núñez de Balboa, el profesor sostiene que Cortés fue «un caso singular» porque era una persona culta y «con una visión amplísima». «Era consciente de que estaba protagonizando una etapa excepcional, de que estaba cambiando el mundo, fue de los pocos conquistadores que tuvo conciencia de ello y trató de transmitirlo para las generaciones futuras» con las Cartas de relación que escribió al emperador Carlos V.
Mira es tajante al afirmar que España tiene que reivindicar el descubrimiento, la conquista y la colonización de América «sin ningún tipo de complejo» porque aquello «sentó las bases de la globalización del mundo». Reconoce el investigador que el franquismo, con su exaltación, provocó un «efecto rebote» que hace que la democracia española se mantenga en el otro extremo: tener «vergüenza de esos grandes conquistadores y marinos».