La exposición «Guerre», una muestra de arte urbano en el centro de París, recuerda que Ucrania sigue sufriendo las consecuencias de la invasión rusa.
11 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Entre las plazas de los Vosgos y la Concordia, la calle Rivoli de París atraviesa lugares tan emblemáticos como las Tullerías, el Louvre, el Pont Neuf o grandes almacenes como Samaritaine. En estos tres kilómetros, todo el esplendor arquitectónico, histórico y comercial se embarulla con lo más chabacano del circo turístico, con cadenas de cafeterías y tiendas de souvenirs que parodian los estereotipos de la capital francesa hasta lo denigrante. En medio del tráfico, compras y visitas guiadas, la fachada del número 59 destaca como un incómodo recordatorio: banderas, grafitis y pancartas aluden a la guerra que asola Ucrania y engullen al peatón hasta un universo artístico paralelo.
Rivoli59 es como se conoce este emplazamiento que acoge a artistas de todo el mundo en residencias permanentes y temporales. Como nos cuenta su fundador, Gaspard Delanoë, todo comenzó en 1999, cuando decidió okupar este céntrico edificio abandonado y organizar un colectivo artista: «Nuestro objetivo era utilizar un espacio fantástico, que estaba desperdiciado, y desarrollar nuestros proyectos. Hasta el 2002, algunos vivimos aquí y otros muchos formaron talleres de trabajo». Entonces, el ayuntamiento les ofreció legalizar la situación, adquirió formalmente el edificio y, tras remodelarlo, se lo continúa cediendo como lugar de trabajo, con la condición de que nadie resida en el inmueble. «En la calle todo tiene un precio, todo vale dinero, pero aquí nuestro objetivo es desarrollarnos y dar a conocer nuestra obra», reivindica Gaspard, a pesar de que también es evidente cómo la gentrificación del centro urbano adultera esta iniciativa okupa, paradójicamente permitida.
«Todavía somos catorce de los que entramos hace más de veinte años; los otros quince puestos cambian cada seis meses», explica Delanoë entre el laberinto de posters y artefactos que acumula su taller. «El criterio es maximizar la diversidad atendiendo a edad, paridad de género, disciplinas artísticas y nacionalidades, sin motivos artísticos, cuya calidad solo puede decidir el tiempo». Cuadros, fotografías, esculturas y collages reflejan esta variedad desde cada estudio, ante un público cauto y sorprendido.
El bajo y entresuelo del edificio ofrecen un formato distinto. Allí nos recibe Nikita Kravtsov, un artista ucraniano a cargo de la exposición temporal Guerre, que durante las dos últimas semanas muestra obras de más de treinta artistas con el conflicto de Europa Oriental como eje central. Nacido en Crimea, Kravtsov dejó su país en el 2014, cuando Rusia se anexionó esta península del mar Negro. «Me mudé a París con mi novia Camille y terminé mi residencia en Rivoli59 el pasado diciembre», cuenta. «En cuanto comenzó la guerra, Gaspard me llamó y me dijo que yo debía organizar la siguiente exposición temporal». Le llevó alrededor de tres semanas contactar y recopilar decenas de trabajos, con artistas franceses y ucranianos como protagonistas, aunque también hay presencia mexicana, rusa e iraquí.
«Lo esencial es mostrar que Ucrania es un país como otro cualquiera, que no se trata de apiadarnos de ellos con ayudas y después olvidarlo, sino de integrarlo», comenta Kravtsov mientras recorre todas estas obras con devoción, pero también con cercanía. Conoce su contexto, sus motivaciones y su intención, que justifica su distribución en estos dos pisos: «El público francés es bastante conservador y por eso la entrada debe ser más amable y provocadora, para dar paso a una segunda parte mucho más cruda, con imágenes de violencia y masacres», señala sobre una colección de fotos de las fosas comunes de Bucha. La colección oscila entre collages realistas (algunos de ellos elaborados por el propio Kravtsov y su pareja, Camille Sagnes) y obras de corte más punk no exentas de ironía. De hecho, la visita comienza con varios cómics y un «Tablón de honor del ejército ruso», donde se recogen los mayores criminales de guerra y sus logros. Un mural del reconocido Marthes Batori está encabezado con la frase Konets Mira, que en ruso significa tanto «fin del mundo» como «fin de la paz».
Traer la mayoría de estas obras supuso un reto logístico que Kravtsov resolvió gracias a sus contactos en Ucrania y a los viajes humanitarios de distintas organizaciones. Una de ellas es Ucraine Amitié, con sede en Burdeos, que recoge fondos para enviar al país eslavo en forma equipos de protección o de ayuda humanitaria. Precisamente, para ellos será hasta el 50 % de lo recaudado en las ventas de la muestra de Rivoli59. «Comprar tiene dos aspectos positivos: lo más importante es que contribuyes con esta situación, pero además puedes obtener obras de arte de autores de primer nivel a un precio mucho más bajo de lo habitual», dice señalando un collage de Vincent Sardon.
Tanto Kravtsov como Delanoël consideran que la exhibición ha sido un éxito: «Una de las mejores —dice este último—, tanto por su fuerza y los artistas recogidos como por su relevancia». «Hemos recaudado una buena suma, pero lo fundamental es que nadie olvide lo que está ocurriendo», añade Kravtsov mientras pierde la vista en la estampa veraniega y turística de la calle.