Sara Baras: «Bailar el día en el que murió mi padre es lo más difícil que he hecho en mi vida»

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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La semana que viene estrena en A Coruña su nuevo espectáculo, «Alma»

19 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La fusión de las melodías del bolero con los palos del flamenco tradicional es la base de Alma, el nuevo espectáculo de Sara Baras (San Fernando, 1971). «Tiene una energía muy bonita y positiva, con un color muy especial», dice la artista. Lo concibió como un homenaje a su padre, un apasionado del género cubano. Se podrá ver la semana que viene en A Coruña (sábado 26, Palacio de la Ópera, 20.30 horas, desde 30 euros), dentro del programa Xacobeo 21-22 y producido por Cávea Producciones.

—La garra del flamenco se suaviza con las formas suaves del bolero. ¿Cómo se expresa eso plásticamente en el baile?

—Hay una parte que suaviza el flamenco, que hace acariciar más lo que estamos haciendo. Pero el flamenco es un arte con una identidad muy fuerte y siempre sale. Las letras y las melodías del bolero de toda la vida te llevan a recordar momentos que has vivido. Emocionalmente supone mucho. Es una belleza, porque se une una pasión con lo otra.

—Ese contraste, en cierto modo, lo tiene usted. Transmite calma en su manera de hablar y explicarse. Pero en el escenario sale la mujer arrebatada. ¿Cómo gestiona esa dualidad?

—Creo que cuando se levanta el telón ocurre algo que te transforma. Sacas la fuerza, la valentía y la parte más racial. Sin embargo, en el día a día, cuando lo explicas y lo llevas con la compañía, soy de las que defiende que las cosas hechas con amor, cariño y dulzura llegan mucho más lejos. Hay una mezcla. Siempre pienso que es muy importante que uno entregue el 100 % de lo que es. Hablamos de algo en el que la técnica es muy importante, pero lo bueno aparece cuando te puedes dejar llevar por los sentimientos. Esa parte en la que no interpretamos, sino que sentimos. Ahí es donde aparece el contraste de lo que es vivir.

—En su caso el baile es trabajo, pero también vida. ¿Cuándo se convierte en su eje central?

—Empecé a bailar cuando era una niña, en la escuela de mi madre. Yo no recuerdo mi vida sin baile. Y es verdad que se convirtió pronto en una forma de estar en el mundo. Cuando algo te gusta tanto y te metes tanto ocurre eso. Es un trabajo, pero no tengo sensación de trabajo, sino de vida. Es muy importante ser consciente de eso y valorarlo. Esto no es un trabajo de ocho a tres y luego te olvidas. Es otra cosa.

—¿Baila en casa o se olvida de ello cuando acaban los ensayos?

—Yo bailo a todas horas [risas]. Y, además, no me importa la música. A veces, incluso sin música. Es mi manera de hacer todo. De desahogarme, de querer,... todo.

—¿Podemos imaginarla en casa cocinando y bailando?

—¡Qué nadie lo dude! En la cocina es un momento perfecto de dar unas pataditas. Mientras estoy haciendo una tortilla de patatas estoy zapateando [risas].

—¿La vida se mezcla con la preparación de sus espectáculos?

—Totalmente. Doy un paseo por la playa y, buff, estoy ahí medio creando lo que viene. Lo apunto. Lo cuento. Me lo grabo. Lo tengo que hacer. Afortunadamente de, vivo en un lugar muy inspirador. Aunque creo que cualquier excusa es buena. Ves un color, quieres un vestido así y te pones a buscar la tela. Eso es importantísimo.

—Mencionaba que «Alma» está inspirado en su padre.

Alma está lleno de detalles suyos. Como murió, en enero, el teatro me ha dado la oportunidad de sentirlo de otra manera. Mucha gente que viene conecta con ello. Porque todo el mundo ha perdido a un ser querido, alguien a quien echa de menos. Y esas melodías del bolero generan nostalgia. Eso hace que Alma tenga una parte tan bonita y personal, que todo el mundo recuerde a sus seres ausentes y queridos.

—¿Es cierto que no suspendió la función el día que falleció?

—Sí. Bailar el día en el que murió mi padre es lo más difícil que hecho en mi vida. Este espectáculo lo estrené en Sevilla, en la Maestranza. Él no pudo venir porque estaba malito. El siguiente era en Gijón y, luego, Cádiz. Me dijo: «Ya te veré en Cádiz». Cuando nos fuimos a Gijón falleció. Yo le prometí que no suspendería nunca una función y ese ha sido uno de los días más importantes de mi vida y más complicados. Pero la verdad es que me siento muy orgullosa de haberle bailado así. Me ayudó mucho y ahora lo siento de otro modo.