«Una verdadera película reclama como medio natural la sala de cine», defiende Víctor Erice, que rechaza la leyenda épica con la que le asocian
CULTURA
![Víctor Erice, agradeciendo el galardón en el escenario del Victoria Eugenia.](https://img.lavdg.com/sc/N8Q9PgkJwFGPSJRLqInPUlD64uo=/480x/2023/09/29/00121696020601877247966/Foto/efe_20230929_203735092.jpg)
El realizador recogió el primer premio Donostia para un vasco medio siglo después de su Concha de Oro por su filme «El espíritu de la colmena»
29 sep 2023 . Actualizado a las 23:35 h.Más que una rueda de prensa fue una clase magistral. Víctor Erice (Karrantza, Vizcaya, 1940) fue recibido por los periodistas puestos en pie y al calor de un aplauso de varios minutos que el director agradeció señalándose su camiseta, dedicada a los hermanos Lumière. Erice regresaba al Kursaal, donde en 1946, cuando era teatro y cine, vio la primera película de su vida, La garra escarlata. Cerrando todavía más el círculo, el director recogió por la noche el premio Donostia de manos de Ana Torrent, aquella niña que protagonizó El espíritu de la colmena. Lo hizo en el Victoria Eugenia, en el mismo escenario donde, hace justo medio siglo, su ópera prima recibió la primera Concha de Oro para el cine español.
Reacio a las entrevistas y a las ruedas de prensa, Erice parecía hasta cómodo con las preguntas de periodistas que le trataban respetuosamente de «maestro». A sus 83 años, una edad que su eterno pelazo y las gafas oscuras disimulan, el autor de El sur defendió el cine como arte y experiencia sanadora, que debe verse en salas y formar parte de los planes educativos. De ello habla en Cerrar los ojos, su primer largo de ficción en treinta años, cuyas tres horas ya se pueden disfrutar en las salas españolas.
«Desconfío de la leyenda épica. Alrededor de mi persona como cineasta se cuentan las cosas de una manera en la que no me reconozco», advirtió. «La leyenda épica está muy bien como elemento publicitario. Sugiere que hace 30 años que no hago una película, cuando he tenido actividad como cineasta con mis cortometrajes o la instalación Piedra y cielo, que hice para el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Fuera del marco del audiovisual, donde solo se contabilizan los largometrajes, hay verdadera vida. Y muchas veces la mayor vitalidad de lo que le puede quedar al cine se da en la periferia del sistema». Erice se niega así a considerar Cerrar los ojos como una película testamentaria. «Si yo admito eso solo tendría como horizonte vital el museo de cera, la jubilación o el cementerio», ironizó.
Educación estética
Hubo un par de momentos conmovedores, en los que el protagonista del día interrumpió su discurso al emocionarse hasta el llanto. Uno fue al recordar a Jorge Oteiza cuando le preguntaron por el poder sanador del cine. «Es una de las virtudes del arte en general», asintió. «Los libros, los cuadros, las músicas, las películas irrumpen en nuestras vidas y de alguna manera nos modifican. Después de pasar por esa experiencia nos sentimos distintos y hemos crecido en el conocimiento. Uno de los más grandes artistas vascos, Jorge Oteiza, reivindicó el poder sanador del arte. Su propósito político, frustrado tantas veces, fue pasar del arte a la educación. El arte debe morir para que el hombre viva, sostenía».
![Erice, reivindicando a los hermanos Lumière, en La Concha.](https://img.lavdg.com/sc/jyKFTaVoXDGR_6vHn29hyXCgCp0=/480x/2023/09/29/00121696020782196233384/Foto/efe_20230929_121940896.jpg)
Erice habló de esos grandes maestros «a los que no les llegó a la suela del zapato» y lamentó que en los sistemas educativos no haya «educación estética, una pieza fundamental». Para su generación, recordó, «en unos tiempos de miseria y falta de libertades el cine nos permitió ser ciudadanos del mundo, aunque fuera por unas horas».
Esa experiencia en salas, un tema central de su último largometraje, parece ya una experiencia que pertenece al pasado, según Erice, que no se considera nostálgico, ha abrazado la tecnología digital y descoloca a sus alumnos cuando les pregunta si saben cuál es el soporte de la imagen que más ha permanecido en el tiempo: el óleo.
«Del proyecto original de los hermanos Lumière solo queda la sala cinematográfica como residuo», constató. «Hoy las películas se producen, realizan y distribuyen de una manera totalmente distinta. Una verdadera película reclama como medio natural y absoluto la sala cinematográfica», concluyó el gran cineasta.