Guillermo García López: «Nuestros prejuicios no dejan que la realidad nos atraviese»

Laura Ríos
laura ríos RIBEIRA / LA VOZ

CULTURA

Guillermo García López (Madrid, 1985).
Guillermo García López (Madrid, 1985). Fundación Princesa de Girona

El cineasta presentará este viernes en la Mostra de Curtas de Noia un filme grabado en la Cañada Real

02 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida es todo aquello que acontece cuando el cerebro deja de buscar frenéticamente escenarios que reafirmen lo que ya sabe, cuando llega el aburrimiento. Eso es lo que piensa Guillermo García López (Madrid, 1985), director de Aunque es de noche, un corto grabado en la Cañada Real en el que una mezcla de planos hechos con teléfono móvil y cámara profesional cuentan la historia de Toni y Nasser, dos amigos a los que el destino está a punto de separar para siempre.

Este retrato cercano y humilde del conocido barrio madrileño ha llevado a la obra a recibir numerosos premios, así como a ser seleccionada entre las diez mejores presentadas en la sección oficial del Festival de Cannes. Este viernes será proyectada en la Mostra de Curtas de Noia.

—La Cañada Real es un sitio muy conocido, ¿por qué se le ocurrió grabar un corto allí?

—Todo nace de una relación con esta comunidad cuando grabé mi primer largometraje, Frágil equilibrio. Desde que llegué supe que quería hacer una película, pero que me iba a llevar mucho tiempo. Empecé con talleres semanales de actuación para los chavales, lo que me permitió ver de cerca cómo es la vida allí. El cine en el que yo creo es capaz de acercar y aproximar. Lo ideal, para mí, sería que los espectadores conectasen con esta comunidad y dejaran de ver a la gente como una especie de idea o un número más.

—¿Qué se van a encontrar los espectadores en esta cinta?

—Es una historia de amistad en la que Toni tiene que despedirse de su amigo Nasser, que pronto se mudará a Francia. También de cómo Toni va perdiendo su niñez. Se escuchan muchas cosas de la Cañada, pero allí la infancia es como en cualquier otro sitio, los niños juegan y se divierten como cualquier otro niño. Es importante destacar que en el sector 6, donde se grabó todo, llevan tres años sin luz, y que vivir así tiene consecuencias, pero los niños siguen conservando la inocencia, tanto en el filme como en la vida real.

—¿Es posible reflejar la vida en la Cañada Real en un filme sin hacerlo desde el paternalismo?

—A veces nuestros prejuicios no dejan que la realidad nos atraviese. Es una pregunta difícil, pero debemos intentar apartarnos de esa posición de poder, saber ver entre las rendijas. No se trata de decidir obviar algo para trasladar un mensaje determinado, pues el ser humano es contradictorio per se, es una cuestión de estar ahí y observar, no de construir la realidad. Reconozco que yo mismo cuando llegué a la Cañada tenía una serie de ideas e iba buscando aquello que las reafirmase, pero me di cuenta de que eran erróneas y las cambié. Fue un proceso de cuestionarlo todo.

—¿Cómo le hace sentir presentar la película en un festival pequeño como el de Noia?

—Hacemos las películas para compartir, para el diálogo que viene después. En los festivales grandes y los pequeños suceden cosas distintas. En los de mayor dimensión es emocionante ver cómo algo local como la vida en la Cañada puede captar la atención de espectadores y directores internacionales. En los menor tamaño, que no significa que sean menos importantes, sientes el calor del hogar, hay más posibilidades de que el filme sea comentado.