Stuart Weitzman: «Con los zapatos adecuados se puede conquistar el mundo, ya lo dijo Marilyn»

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El diseñador y coleccionista Stuart Weitzman y una de las piezas expuestas actualmente en la Fundación Barrié.
El diseñador y coleccionista Stuart Weitzman y una de las piezas expuestas actualmente en la Fundación Barrié. Carter Boardman / Ángel Manso

La Fundación Barrié muestra una selección de su colección de calzado histórico

02 nov 2023 . Actualizado a las 14:12 h.

Para Stuart Weitzman (Massachusetts, 1942), un zapato es un medio de vida, un objeto de conocimiento personal y colectivo y un asunto de familia. El diseñador, en la élite del diseño del calzado de lujo, se inició en el oficio con su padre, Seymour Weitzman, y, junto a su mujer, Jane Gershon, con el tiempo ha atesorado una colección única de piezas que reflejan la evolución técnica y material del calzado, pero que también dan cuenta de cambios estéticos, de costumbres o sociales. Bajo el título de Walk This Way, la Fundación Barrié ha reunido en su sede coruñesa un centenar de estos pares que son pura historia. Weitzman trabaja desde hace años con empresas de España, motivo por el que prefiere hacer la entrevista en español.

—«Elizabeth Finch», la última novela del británico Julian Barnes, tiene como protagonista a una profesora. Cuando le preguntaron cómo había construido el personaje, respondió que había empezado por imaginarse sus zapatos. ¿Qué tiene el calzado que nos define de esa manera?

—Viendo la colección que hemos acumulado con los años, se nota que el zapato siempre ha reflejado una personalidad que la mujer tiene o quiere tener. No pueden explicar por qué, pero sí que cautiva la mente y da diversión, puede cambiar su carácter, da altura y, con ella, da poder. Eso siempre ha sido así. Y quizá nadie lo ha dicho mejor que la famosa Marilyn: con el par de zapatos adecuado uno puede conquistar el mundo. Cuando se quiere dar una impresión, se quiere dar una fuerza a las palabras, se recurre al zapato más que a ninguna otra parte de la indumentaria. Lo vemos también en Forrest Gump, en la famosa escena de la caja de bombones. El protagonista está sentado en el banco con una mujer y se fija en un hombre que camina, a lo lejos, sin dejar de mirar atentamente a los pies. La mujer le pregunta por qué. «Mi mamá me ha dicho que con los zapatos se puede saber mucho de una persona, de dónde viene y a dónde va».

—El calzado es muy individual, pero también cuenta historias colectivas. Ahí están los botines que usaban las sufragistas...

—Exactamente. No hubo una diseñadora de zapatos femeninos hasta hace sesenta años. Todos fueron diseñados o construidos por un hombre. Por tanto, respondía a una expresión de lo que se quería que aparentase la mujer. Con un tacón alto es obvio, porque puede realzar un bonito par de piernas. Eso ha sido el hombre. Cuando empezó el movimiento de liberación de la mujer, a comienzos del siglo XX, la falda siempre tenía que cubrir los tobillos. Era una regla no escrita. Con el tiempo, la falda empezó a subir. Pero aún no se aceptaba que se viesen los tobillos, así que se construyó un nuevo tipo de modelo, un botín que los cubría, con cordones, tipo inglés, o con botones. Y no importaba que costase 45 minutos cerrarlos. Si no tenías ayudante, a lo mejor una hora. Aunque el vestido comenzó a cambiar con la liberación, el tobillo no. Y puntas abiertas en un modelo: olvídate. Tardó otros sesenta años. Luego la mujer empezó a diseñar productos y todo cambió. Como debe ser.

—Pero en la exposición se ve el caso de la diseñadora cuya empresa llevaba el nombre del marido...

—Esa mujer fue Beth Levine, la primera diseñadora reconocida por el mejor producto de la industria. Y su marido, Herbert, puso su nombre. Ella fue reconocida muchos años después de crear, crear, crear, y abrió las puertas para otras mujeres. Se notan los cambios de los siglos con la colección. Y otra cosa: no hubo una horma izquierda o derecha para la mujer. Era una horma recta, ya se puede imaginar cómo sufre la mujer con tales modelos, y esto duró dos mil años, hasta que en 1871 se pensó en traer esta característica al zapato de la mujer también. Y fue un éxito grande, porque suponía mucha más comodidad. Pero no se pensaba en la mujer. Solo querían que estuviese cojita. En la colección hay varios ejemplos de zapatos de un solo pie.

—Los tacones se asocian tradicionalmente al poder y al erotismo. Y luego estaba Audrey Hepburn en mocasines.

—Cuando doy clases en universidades sobre cómo crear una colección, da igual que sea de zapatos, de bolsos o de sombreros, siempre hablo de mis musas. Y cuando deseen crear una colección, deben pensar en diversos tipos de mujeres. Para un zapato extravagante para la alfombra roja me inspiro en una mujer: de ochenta modelos que he diseñado, me quedo con dos que en serio podría decir que Marilyn los hubiese llevado. E inmediatamente pienso en Audrey en Desayuno con diamantes, porque tenía tanta confianza en sí misma que no tenía que llevar tacones. Podía llevar bailarinas y tacones bajos con el mismo poder que Marilyn necesitaba el tacón alto. Y por eso tengo una docena de musas en las que pienso cuando creo artículos.

«No hay nada que pueda divertirte más que la moda»

Pocas personas conocen mejor el calzado que Weitzman: su diseño, su proceso de elaboración, artesanal o industrial, su función histórica. Por ejemplo, si se le pregunta por la omnipresencia de las zapatillas deportivas, punta de lanza del llamado athleisure y elevadas a iconos de cultura de masas, responde con la historia de cómo una huelga de transporte público en el Nueva York de los años 60 llevó a muchas mujeres a desplazarse a sus trabajos con calzado deportivo. «Llevaban otro par más elegante en el bolso y se cambiaban al llegar. Pero notaban la comodidad y se preguntaban que por qué tenían que sufrir. Fueron ellas las que nos forzaron a buscar diseños más originales para esa clase de producto. No fue algo que nosotros creásemos y se lo presentásemos a la mujer, sino que fue al contrario», describe.

También se entusiasma cuando habla de su relación con Elche, con Elda, donde conoce a personas en la industria del calzado «que pueden decir que sus bisabuelos ya empezaron en ello hace muchos años». Y, cómo no, con la profesión que ha centrado su vida. «Cuando hablo con estudiantes que quieren acceder al mundo empresarial siempre les digo que lo tecnológico, Silicon Valley, sí todo eso está muy bien. Pero también les digo una gran verdad: no hay nada que pueda divertirte más que la moda. Cambia cada tres meses. Nunca es aburrido. Tiene alegría, es precioso crear algo y ver cómo se usa. ¡Buf! Recuerdo cuando vi mi primer par de zapatos presentado en público, fue muy especial. Pensé que McCartney debió de sentir algo parecido cuando escribió Michelle. Eso no te lo da trabajar diseñando software».