La adaptación de la novela de Claire Keegan aborda las vejaciones cometidas contra mujeres por la iglesia católica irlandesa
16 feb 2024 . Actualizado a las 09:17 h.En 2001, el excelente actor británico Peter Mullan dirigió The Magdalene Sisters, una película que abordaba el execrable papel de una parte de la Iglesia católica irlandesa, en especial una orden de monjas de clausura que sirvió como cadena de sometimiento para varias generaciones de mujeres las cuales eran entendidas por el orden moral integrista como descarriadas. Primero prostitutas, después madres solteras, cuyos hijos desaparecían a millares mientras ellas eran enroladas como mano de obra esclava en lavanderías y vejadas psicológica y sexualmente en un hábitat inhumano que se prolongó hasta 1995. Mullan ganó el León de Oro en Venecia por aquella obra que mostraba en toda su explícita brutalidad estos hechos que habían permanecido ocultos.
El excepcional film inaugural de esta Berlinale, Small Things Like These, tiene como epicentro esta misma suerte de gulag femenino. Pero su opción es la de rehuir el primer plano en detalle de las torturas. En la adaptación de una breve novela de Claire Keegan ?editada en España por Eterna Cadencia- el guion vehicula el infierno terrenal de los centros de las Hermanas de la Magdalena a partir de un personaje externo a ellas, un carbonero, padre de familia numerosa, que vive atormentado por su infancia traumática, la pronta desaparición de su madre y algún secreto escabroso que no procede narrar. A ese hombre deshabitado le pone rostro y angustia un Cillian Murphy intenso y prometeico. Los flashbacks de su niñez remiten a Dickens o al Tolstoi de las familias infelices, cada una con sus propias cicatrices de desdicha. Y su vida presente semeja a la de los agónicos ecce homo del cineurgo de la crueldad Paul Schrader. Cada vez que respira y exuda dolor casi audible remite a ese universo fílmico de Schrader, el que va de Taxi Driver a Affliction.
Pero Small Things Like These abre un camino de expiación a esas dos especulares líneas temporales de trauma: este hombre sin pasado aparente encuentra accidentalmente uno de esos centros donde las mujeres son torturadas. Su acercamiento al secreto está contado como los latidos de sístole y diástole de una tragedia personal, la suya, evocada o desentrañada al tiempo que él entra en ese castillo de la impureza presidido por una Emily Watson dibujada en planos mayestáticos de la Maldad, iluminada como si se tratase del Lucifer de El corazón del ángel. Y es magnífico el pulso con que el director de este filme, Tim Mielants -con Matt Dillon y Ben Affleck en la producción- conduce los meandros de esta salvación, sin trampantojos ni efectismos. Solo el espanto de una lóbrega oscuridad que semeja un continuum de miseria extendida en el tiempo, de explotación inhumana, de una sociedad como regida por códigos pre-industriales y sectarios hasta la insania.
En un reparto soberbio ?en el cual hay un guiño a The Magdalene Sisters porque la esposa del protagonista, Eileen Walsh, era una de las sacrificadas jóvenes del film de Peter Mullan- el irlandés Cillian Murphy se vuelca hasta demostrar que, más allá de Oppenheimer, es ya uno de los tres o cuatro grandes intérpretes de este momento. Y la película, enorme, se cierra como una posibilidad de sanación cuando menos individual ?en medio de la coral desolación dantesca- mientras la bella letanía de la Pavana para un infante difunto de Ravel nos dice que para esas inocencias perdidas en la niñez cabe todavía un camino a modo de resurrección silente.
The adamant girl, una mujer frente al patriarcado
También la otra película de la jornada, la india hablada en tamil The Adamant Girl (La chica inflexible) habla de otra sociedad que oprime y semiesclaviza a la mujer. En la India de las castas y los matrimonios amañados a costa de la (des)interesada, la protagonista se niega a ser ofrecida a un hombre al que no quiere, ya que está enamorada de otro. Esta rebelión es entendida como un acto diabólico, de forma que esta resistente en un tiempo de sometimientos será objeto de una serie de exorcismos itinerantes muy bizarros. Pero en lo que es una sublimación de guion sensacional, su director P. S. Vinothraj se eleva por encima de una materia que parecía entregada a la tragedia o al sacrificio y es capaz de construir una trama de inesperado tracto humorístico. Una road movie muy india, en donde los animales ?gallos, toros, cuervos, todos ellos también en posición de sublevados- forman parte de un trazo que no está muy lejos de los grandes esperpentos de nuestro Berlanga o del maestro de maestros cubanos Tomás Gutiérrez Alea.