El actor, encargado de entregar el premio a la mejor película, fue recibido en el escenario en medio de una gran ovación
20 feb 2024 . Actualizado a las 08:17 h.Londres acogió este domingo la gala de los Bafta, los premios que entrega la Academia Británica de Artes Cinematográficas y Televisivas, con todo el glamur que requería la cita y con la presencia de un buen número de estrellas del celuloide. La gran triunfadora de la noche fue Oppenheimer, cinta que se llevó siete premios, entre ellos el de mejor actor para Cillian Murphy, mejor director para Christopher Nolan y mejor película. Y fue precisamente cuando se entregó este último galardón cuando se vivió uno de los momentos más especiales y emotivos de la noche.
El encargado de entregar el galardón era Michael J. Fox. Acompañado por el actor David Tennant, quien lo presentó como una leyenda de los años 80, subió al escenario en silla de ruedas, en medio de una gran ovación. Cuando el actor se levantó de la silla, los aplausos se intensificaron, y Fox permaneció de pie y apoyado en el atril durante su intervención.
«Hay una razón por la que dicen que las películas son mágicas porque las películas pueden cambiar tu día. Pueden cambiar tu aspecto, a veces pueden cambiar tu vida», dijo el intérprete de 62 años antes de anunciar el galardón.
Recogió el Bafta la productora y esposa de Nolan, Emma Thomas, que admitió que «esto no es en absoluto» como se lo imaginaba cuando se sentaba en la Sociedad de cine de la UCL (University City of London) «con Chris (su marido) soñando con hacer películas como forma de vida». Del director, dijo que Nolan es «inspirador, brillante y a veces te saca de quicio y siempre tiene razón». «Me siento increíblemente agradecida porque me haya dejado subirme en este viaje», agregó.
Michael J. Fox se convirtió en una gran estrella gracias a la serie Enredos de familia y sobre todo a su papel de Marty McFly en la saga cinematográfica Regreso al futuro. En 1991, con tan solo 29 años y mientras rodaba la tercera parte de la trilogía, descubrió que tenía párkinson, un diagnóstico que le hizo entrar en una espiral de consumo de pastillas y alcohol de la que logró salir con el apoyo de su mujer, Tracy Pollan.
Desde aquel 1991 en el que supo de su diagnóstico el actor siguió trabajando -memorable es su personaje del abogado Louis Canning en The Good Fight- y ha usado el humor para enfrentarse a todo, porque como ha manifestado en más de una ocasión, considera que «la risa es la mayor herramienta».