Magalí Etchebarne, premio Ribera del Duero de narrativa breve por su obra «La vida por delante»

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) es autora del libro «La vida por delante», que el sello Páginas de Espuma pondrá a la venta el 8 de mayo.
Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) es autora del libro «La vida por delante», que el sello Páginas de Espuma pondrá a la venta el 8 de mayo. Catalina Bartolomé

El jurado ensalza la brillante capacidad de la autora argentina para indagar las pequeñas tragedias cotidianas con fina inteligencia y sin descuidar lo absurdo

21 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En una dura pugna se impuso a sus colegas Fernanda Trías (Montevideo, Uruguay, 1976), Katya Adaui (Lima, Perú, 1977), Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, México, 1985) y Nuria Labari (Santander, España, 1979). Gracias a su obra La vida por delante, la escritora argentina Magalí Etchebarne (Remedios de Escalada, Buenos Aires, 1983) se alzó —en un dictamen adoptado por mayoría— con el premio Ribera del Duero de narrativa breve, dotado con 25.000 euros y que recogió este miércoles en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

La ganadora se confesó exultante, desbordada, falta de sueño y llena de ansiedad. «Estoy bastante fuera de mí, alejada de una tarea que se realiza a solas, a tientas, macerando ideas y posibilidades, puliendo y despejando frases y párrafos, robándole a la vida en todos los sentidos. La escritura es un trabajo muy artesanal, hay algo de locura rumiante y otro tanto de pasión inútil», recordó. Etchebarne, admitió, nunca se pregunta para qué y por qué escribe —es un viaje que hace sin demasiadas certezas, anota—, no lo hace porque no sabría responderse, como tampoco se interroga por qué camina como camina. Aunque sabe que tiene mucho peso en el origen su condición de lectora, que le insufló muy tempranamente su madre.

Así escribió estos cuatro cuentos largos, independientes, pero que se entrecruzan con sus conexiones subterráneas, marcas, señuelos, atmósferas y temas, reseña la autora, «como una ronda que se entrelaza los dedos». «Me interesaba —ahonda— trabajar sobre las pequeñas pero estruendosas tragedias de la vida íntima, pero sin olvidar lo ridículo que a veces encierra el drama», explicó.

El jurado, presidido por Mariana Enríquez —e integrado, además, por los escritores Brenda Navarro y Carlos Castán; el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor; y el presidente de la Denominación de Origen Ribera del Duero, Enrique Pascual—, ensalzó la brillante capacidad de la autora para indagar las tragedias cotidianas con lucidez y sensibilidad y sin descuidar por ello su cara absurda. El fallo subraya que el libro está «escrito con un humor auténtico que logra una construcción de imágenes y unos personajes complejos con el cuidado que solo puede alcanzar alguien que conoce y sabe manejar el lenguaje». Etchebarne, continúa, elabora «una propuesta contemporánea llena de agudeza, dinamismo, [...] pero sin renunciar a la dimensión más oscura e inquietante de los vínculos humanos».

Incidía en ello Mariana Enríquez: «Su estilo es pura frescura e inteligencia. Encuentra humor en la tragedia y sabe de la tristeza con rabia y ternura. No hay postura ni solemnidad en su escritura», elogió.

Carlos Castán se congratuló de haber podido mediar en un concurso que, aseguró, le permitió acceder a «lo mejor de lo mejor de lo que se está escribiendo en el cuento en español a uno y otro lado del Atlántico». Y añadió que no solo lo sedujeron los aspectos formales de la obra de Magalí Etchebarne, o su empleo del ritmo, la prosa y el humor, sino que también entiende que es una sobresaliente observadora y relatora de los grandes asuntos de la condición humana, que, además, dijo, están apegados a «temas que se hallan muy vivos en este tiempo».

Más allá de la autora y la obra, para Brenda Navarro, este premio es un reconocimiento a la comunidad lectora, ya que la ironía, la ternura, la mirada nueva de Etchebarne van a abrir muchas conversaciones en el encuentro de América Latina y España. Así, auguró, jugando con las palabras, a La vida por delante le aguarda un largo camino en este diálogo entre lectores y con el lenguaje.

El editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor, celebró la calidad de las cinco candidaturas finalistas y, en general, de la convocatoria de esta octava edición, que sumó un nuevo récord de participación, con los 1.114 manuscritos enviados desde ambas orillas del universo hispanohablante.

Mariana Enríquez: «Magalí escucha, tiene un oído absoluto, todas sus voces son carnales»

Como presidenta del jurado, y para alabar la factura de Magalí Etchebarne, la autora bonaerense Mariana Enríquez evocó a un mito de las letras argentinas, la escritora de raíces paternas vascas Hebe Uhart, que solía decir que «el problema de los escritores argentinos es que no escuchan y se miran el ombligo». Una carencia, advirtió, que no afecta a la protagonista de la jornada: «Magalí es todo lo contrario. Puede hablar de cuestiones muy personales o cercanas, y uno podría decir esto es o no autoficción. Pero Magalí escucha a su alrededor, tiene un oído absoluto, todo el mundo habla distinto, todas esas voces que compone son carnales». Se podría afirmar de la obra de Etchebarne —incidió— lo que de la de la autora neoyorquina Grace Paley —«a quien yo admiro mucho», apuntó—: «Sus cuentos hacen que las novelas parezcan redundantes; y es que —arguyó— el mundo que contienen los relatos de Magalí es tan intenso, tan rico, tan variado que uno siente que no hay nada más que decir». Cuando un libro logra esto, que el lector entienda esos personajes, esa mirada, esa forma de ver, el objetivo principal de un libro, que es el peso, la gravedad y la levedad a un tiempo, está cumplido», celebró, para matizar que, por encima de todo, de la agenda y los temas que trata, lo que se sustancia en La vida por delante es una voz radicalmente diferente, fresca, pero a la vez cuidada, muy literaria. Y esa es la gran noticia. Aunque, es cierto, y eso también lo apuntó Enríquez, esta solvencia, esta sutileza, esta convicción narrativa ya brillaban en el hatillo de cuentos reunidos en su maravilloso libro Los mejores días (Las Afueras, 2019), que oscilaba tenuemente, sin urgencias, entre la calma doméstica, la desazón y la catástrofe. Felizmente, Etchebarne ha llegado para quedarse.