Serrat, premio princesa de Asturias de las artes a «una forma de vida» buena

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Joan Manuel Serrat, este miércoles en la sede de SGAE en Barcelona.
Joan Manuel Serrat, este miércoles en la sede de SGAE en Barcelona. Quique García | Efe

El músico compuso y cantó la banda sonora de la España del último medio siglo

26 abr 2024 . Actualizado a las 09:18 h.

«Serrat es una forma de vida», dice el investigador gaditano Luis García Gil —autor de la biografía Serrat. Se hace camino al cantar (Alianza Editorial)—, y se refiere no solo a su ejemplo en los planos artístico, ético, emocional, poético, político... Sería fácil añadir que esa forma de vida es buena, honesta, comprometida y que muchos la quisieran para sí. Quizá por ello su éxito como cantante es inagotable desde que en 1965 hizo su primera grabación fonográfica, el epé Una guitarra. Han pasado sesenta años y es tan difícil encontrar una mala canción como una conducta reprobable. Habría que ver a esos fieras del independentismo radical que lo calificaron de fascista plantar cara al régimen de Franco como él hizo en 1968 al rechazar representar a España en el festival de Eurovisión si no podía cantar en catalán el La, la, la que había compuesto el Dúo Dinámico —más allá del tema de derechos que ahora sacan los oportunistas—.

No hay que olvidar las contundentes declaraciones que hizo contra Franco en septiembre de 1975, cuando viajó a Ciudad de México para dar un concierto y criticó el consejo de guerra y sus sentencias de muerte contra militantes del FRAP y ETA: «Siempre he condenado la postura represora del Gobierno franquista [...]. La pena de muerte solo sirve para seguir acobardando a la gente [...]. Además de Franco, el pueblo español tiene un gran enemigo, Estados Unidos, que en ningún momento ha abierto la boca para acallar al Gobierno franquista». Las autoridades lo pusieron en busca y captura, las radios dejaron de emitir sus canciones, muchas tiendas retiraron sus discos, el Sindicato Nacional del Espectáculo le canceló el visado de contratos y la prensa lo denigró. Pero ya en el 70 y el 73 lo habían acosado y castigado, y también censurado su música.

Su defensa de la libertad y los derechos humanos es bien conocida en América Latina, donde, más allá de su exilio mexicano —que aprovechó para hacer una gira por el continente—, se sumó a las causas contra las cruentas dictaduras militares de Argentina y Chile.

Ahora, retirado hace año y medio de los escenarios, crece el interés por su inabarcable, pero impecable y hermosa figura. No está solo Luis García Gil cuando emprende viaje en pos del retrato del noi del Poble Sec, otro tanto procuran los periodistas Juan Ramón Iborra —en A propósito de Joan Manuel Serrat (Cúpula)— y Jaume Collell —en Serrat. La música de una vida (Debate)—. Es también ahora (este mismo miércoles) cuando le llega un reconocimiento definitivo con la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes, que, siendo importantísimo, no añade nada al bello y abundante plumaje de quien ha compuesto y cantado la banda sonora de la España del último medio siglo, atrapando en sus partituras a tantas generaciones de paisanos.

Con razón confesaba Serrat (Barcelona, 1943) en la tarde de este miércoles —poco después de conocer la noticia— que está en paz: «Me siento bastante contento con mi vida. Procuro distinguir los momentos más claros de los más turbios, los que me han producido más satisfacción de los que no. Hecho esto, los junto todos, y me siento bastante a gusto con lo que he hecho y lo que he sido en esta vida. Espero que sea generosa y me permita disfrutarla en el tiempo», deseó en una comparecencia que protagonizó en la sede de la SGAE en Barcelona. Vaya, que Serrat duerme tranquilo y se le nota en el gesto calmo, sabio, sonriente. Y eso, además, reconforta a sus admiradores, que son legión, también allende las fronteras patrias.

La sorpresa, la emoción, la gratitud y la alegría por la inesperada llamada telefónica recibida, relató, no le impidió continuar con las cosas que tenía previsto hacer este miércoles, asuntos cotidianos, dijo, como renovar el carné de conducir, ir al notario con su hija y comer con la familia.

Serrat admitió que sigue escribiendo, sin pretensión de publicar, y además hace canciones, de cuando en vez, sin compromiso, ya que no prevé darlas a conocer. «Yo pongo la radio y no escucho muchas cosas, y me hablan de internet y de colgar canciones y me suena más al Cluedo que a una tarea artística», bromeó, para señalar que se siente como parte de una cadena que espera que continúe en el futuro, y confía en tener tiempo para gozar con serenidad y distancia un premio tan relevante que, por cierto, tienen otros cantautores como Dylan y Leonard Cohen, pero también voces como Victoria de los Ángeles, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Pilar Lorengar, Alfredo Kraus, Plácido Domingo y Barbara Hendricks. Serrat recibirá el 28 de octubre el galardón en Oviedo.

Pionero de la «nova cançó» catalana, referente cívico y musical

Joan Manuel Serrat puede hacer gala de una carrera «que trasciende la música» para hacer de él «un referente cívico». Así expresaba el jurado las razones de un galardón que, según el artista admite, corona una trayectoria «larga y satisfactoria». Apodado el noi del Poble Sec [el niño del Pueblo Seco, barrio barcelonés donde pasó su infancia y su juventud], y pionero de la nova cançó catalana, su educación emocional popular la mamó en casa, entre la música de la siempre encendida radio en que su madre, Ángeles Teresa —nacida en Belchite (Teruel), de donde huye tras el fusilamiento de sus padres por los nacionales—, reverenciaba a Juanito Valderrama y Concha Piquer, coplas que ella después le cantaba al hijo. Y por la otra banda, el catalán le llega de su padre, Josep, al que escucha en La Nova Colla (coral popular) interpretar el repertorio tradicional catalán. Este mismo miércoles recordaba que castellano y catalán conviven en él con absoluta naturalidad.