Jacques Audiard y su musical narco y trans, primer firme candidato a Palma de Oro

Jose Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

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«Emilia Pérez» en su colosal desafío a cualquier señal de precaución apunta al palmarés final

18 may 2024 . Actualizado a las 21:02 h.

Jacques Audiard llevaba largo tiempo detrás de un proyecto que, a priori, podría haber sonado marciano. Un thriller del universo narco servido en modo de musical y recorrido por el viraje hacia la transexualidad femenina de un capo de un cartel con miles de cadáveres en el fardo de su conciencia. Lo cierto es que lo vertido ahora en la pantalla de la sala Lumiére por el gran director francés -ganador ya de una Palma de Oro en 2015 con Dheepan- es un torrente arrollador de cine de grandísimo riesgo que Audiard encauza a modo de remix de géneros, no ya sin suerte alguna de complejos sino con un sentido del cross-over desatado que encuentra una armonía melodramática y poética inusitada. Esta película se titula Emilia Pérez y en su colosal desafío a cualquier señal de precaución se hace magna ya como la primera firme candidata al premio máximo de este festival.

Arranca Emilia Pérez con la presentación de una magnífica Zoe Saldana como una abogada hastiada de dedicar su energía a salvar de la justicia a delincuentes probados, de entre la gran piñata del México de narcocorridos. Y de pronto su vida -y la propia película- se sitúan en el disparadero cuando un jefe de cartel de aspecto patibulario conocido como Manitas se le acerca y le hace una oferta que ella no podrá rechazar. Manitas quiere cambiar de vida y de sexo, desea someterse a esa operación de reasignación de género con la que lleva soñando toda su vida, aunque entretanto no dudase en ir sembrando de cadáveres o de muñones los desiertos y los campos de México. Y se lo declama en un número musical, como buena parte de toda la acción que vamos a presenciar. Es esta secuencia uno de esos parteaguas que define la suerte de una película de semejante ambición. De la forma en la que el responsable detrás de la cámara afronta ese momento y lo verifica va a depender que su obra se despeñe o sobreviva a este primer órdago y continúe con sus latidos cada vez más vigorosos.

Lo que sobreviene como metamorfosis y cambio de sexo -servidos desde una óptica de realismo que rehúye cualquier sublimación o querencia almodovariana- lo articula Audiard con una naturalidad y solvencia asombrosas. Nace en la película -y crecerá dentro de ella de manera desbordante- la figura de Emilia Pérez, interpretada por la actriz española transexual Karla Sofía Gascón, mucha atención a este trabajo. Porque lo que sobreviene no es solo ese cambio de género, sino una no menos revolucionaria transmutación de su papel en la vida.

Toda su fuerza de nuevo ser y sus millones acumulados se ponen al servicio de lo quiere ser una enmienda a la totalidad de su criminal vida anterior. Y quien fuese el narco Manitas, siempre escoltado por su abogada, emprende una ruta de redención que extrae de las fosas las legiones de cuerpos desperdigados por ese México como estado fallido que él tanto contribuyó a fraguar. Vemos a Karla Sofía Gascón y a Zoe Saldana embocar esta batalla de reflotación de la memoria de los asesinados y de sanación de sus seres queridos. Y-de un modo paralelo y orgánico- va creciendo también la película de Jacques Audiard en su vertiente de melodrama, con esa figura que se reconoce en su nueva condición de madre. Y que reaprende o descubre el deseo al haber logrado reinventarse como persona.

Ese recorrido no se entiende sin la fortuna y el valor con los cuales el género musical restalla de modo muy continuo para sublimar -aquí sí- esta epopeya del narco-thiller y del narco-culebrón (con Selena Góméz y Edgar Ramírez como enemigos de lo nuevo) y modificar al completo las fuentes nutricias de un subgénero que- sobre todo a partir de la tan estimable serie de Netflix sobre Pablo Escobar- era un mundo macho o bien de señoras que adoptaban ciento por ciento ese rol. Y esta revuelta llega de una veta novísima: una leyenda con dimensiones de ópera que construyen mujeres renacidas o redescubiertas. Sobre esa escala de transmutaciones se eleva Emilia Pérez como película de soberanía forjada sobre una coreografía de libertades -la primera la del coraje de Jacques Audiard, pero a su vera las de Zoe Saldana y Karla Sofía Gascón- que entroncan con el gran cine de la belleza sustentada sobre la epopeya de la naturaleza más impensada.

Jia Zhang-Ke cree en la China de Xi Jin Ping

La segunda película de la competición la firma el cineasta chino vivo de mayor eminencia. Jia Zhang-Ke es, desde hace más de una década, un nombre fijo en la sección oficial y en los palmareses de este festival. Con Caught by the Tides, el director elabora lo que es, en buena medida, una recapitulación de su cine en las dos últimas décadas. Como no podría ser de otra forma, su actriz-fetiche Zhao Tao se erige otra vez en la médium que conduce la acción del filme en un doble sentido: el de una historia de amor interrumpida, con ella a la búsqueda del hombre que perdió. Y en ese mismo viaje, un gran angular que recorre la evolución socioeconómica de la China de este siglo. Reaparecen imágenes o memorias del subdesarrollo, del cine de Jia Zhank-Ke cuando aún mandaba Jian Zemin. Surgen las Olimpiadas de Pekin como momentum. Y asistimos al viraje sobrevenido bajo el mando del nuevo Gran Timonel Xi Jinping, un milagro económico que ?por momentos- abandona la carga poética del resto de la película y deriva casi hacia el spot propagandístico acrítico. Aún con esas dudas que te genera la manera en que Jia Zhang Ke se abraza al régimen, Caught by the Tides navega con el cuaderno de bitácora de abrupta belleza del maestro, en esta confluencia nunca errática del rumbo de un país -discutible- y de la inatacable marea de amor bigger tan life que recorre la película.