Gran Palma de Oro en Cannes para la reinventada «Pretty Woman» «Anora», de Sean Baker

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

El director Sean Baker, recogiendo la Palma de Oro por su película «Anora».
El director Sean Baker, recogiendo la Palma de Oro por su película «Anora». Stephane Mahe | REUTERS

La española Karla G. Gascón, mejor actriz con sus compañeras de «Emilia Pérez»

25 may 2024 . Actualizado a las 22:17 h.

En el año en que Cannes había dispuesto el desembarco de aquel Nuevo Hollywood de Coppola, Lucas o Paul Schrader, ha surgido un norteamericano al que podríamos denominar novísimo, Sean Baker. Y se ha llevado con absoluta justicia la Palma de Oro. Lo hace con Anora, una formidable reinvención de aquella bobalicona y exitosa Pretty Woman. Es un triunfo también de una feminidad en rebelión, que no cree en los engañosos y engominados cuentos de hadas y plutócratas. Porque Anora cuenta cómo una bailarina de lap-dance encuentra a un príncipe azul aggiornado. Esto es, el post adolescente hijo de un oligarca ruso traficante de armas. Y después de una boda exprés en Las Vegas —ya se sabe, los resacones— esta mujer se enfrenta al mundo: cuando el príncipe sale rana —como suele suceder— y hacen acto de presencia los matones del Este, Sean Baker fuerza a su película a un volantazo de guion fastuoso. Y en vez de abocar a su protagonista a morir desmembrada en un muelle, como carne de mercadería sexual, asistimos a cómo quien atiza es ella.

Anora vira entonces de modo totalmente inesperado hacia la comedia más desacomplejada —la screwball comedy—, con un cura armenio y dos gángsters de tres peniques. Y al espectáculo de cómo Mikey Madison, una actriz mesmerizante destinada a ser leyenda, no acepta su destino: golpea, muerde, piensa mucho más rápido que los demás. Se enseñorea de esta noche loca frente a los gigantes. Y escoltada por la dirección y el libreto soberbios de Sean Baker se reserva un triunfo moral y tierno de la working class ante los dueños del mundo. Hacía 13 años —desde El árbol de la vida de Terrence Malick— que el cine norteamericano no ganaba la Palma de Oro. Aunque esta Anora de Baker —director de la notabilísima The Florida Project— remita más al triunfo de Tarantino en 1999 con Pulp Fiction. Segrega ese mismo aura euforizante.

Esta decisión de lucidez enorme de un jurado presidido por Greta Gerwig y al que pusimos injustamente bajo sospecha es solo el anuncio de otras sentencias virtuosas. La primera, situar a Emilia Pérez, el musical de Jacques Audiard que entrevera el mundo narco y la emergente sensibilidad trans, como segunda gran triunfadora del festival. Audiard se lleva el Premio el Jurado. Pero, además, recibe el premio de interpretación femenina para el cuadro de actrices de Emilia Pérez: lo forman Adriana Paz, Selena Gómez y, sobre todo, la estadounidense Zoe Saldaña y la española Karla Sofía Gascón, mujer trans que recogió el premio y que es capaz de interpretar en el filme primero al narco rudo Manitas y luego, tras el deseo largamente inconfeso del matador de cambiar de sexo, a la renacida Emilia Pérez en su camino de redención. Se sitúan, sin complejos, al nivel de todas las actrices Almodóvar de Volver, también reconocidas coralmente en 2006.

Karla Sofía Gascón, la actriz española de «Emilia Pérez»
Karla Sofía Gascón, la actriz española de «Emilia Pérez» Stephane Mahe | REUTERS

La racha de inteligencia sensible del jurado —bravo por nuestro J. Bayona— se explaya cuando, contra todo pronóstico, destaca como mejor director al portugués Miguel Gomes por su evocación colonial de febril belleza de Grand Tour. En ella, Gomes es capaz de desdoblar en un díptico los trayectos de desencuentro, a lo largo de todo el sudeste asiático: el de un funcionario inglés, con ecos de los antihéroes de Graham Greene, que huye cobardemente de su prometida. Y la ruta y contrapunto de ella y su tenacidad romántica y leal. Condenados ambos a encontrarse en otra dimensión. Descontado lo que de sublime tiene este Grand Tour de Miguel Gomes parecía altamente improbable que su mundo personalísimo cupiese en el quorum de un jurado de Cannes, siempre trémulo ante el cine de creación más autoral. De ahí el valor de este premio como acto de coraje.

Un palmarés que no olvida a Lanthimos ni a Demi Moore

El palmarés tiene también el mimo de reconocer a otras dos de las propuestas más sugestivas de una muy estimulante edición de Cannes. Son los no cómodos, pero arrebatadoramente desafiantes universos de The Substance, el body-horror antiedadista y radical donde Demi Moore desnuda ante el espejo preludia una catarsis de mutaciones —de ella se premia el guion desprejuiciado de su también directora Coralie Fargeat—, y Kind of Kindness de Yorgos Lanthimos, en su retorno a los deshumanizadores laberintos del alma mas tenebrosa de Langosta. Su película entra en los premios a través del recibido por uno de los intérpretes de este triple placer de los extraños, un inspiradísimo Jesse Plemons.

El Gran Premio del Jurado para la india Payal Kapadia por All We Imagine As Light me deja bastante en sombras. Y en cambio celebro enormemente que el iraní Mohammad Rasoulof viese frenada en seco su muy fea operación de intentar mezclar con el arte una causa justa como la condena del régimen iraní y su huida del país para hacerse con la Palma de Oro. Ya durmió el sábado pensando que estaba hecho. Y lo han dejado con poco más que un accésit. Por golfo apandador.