Gianni Versace, un clásico hiperbólico cuya obra llega al Museo de Artes Decorativas

gloria salgado MADRID / COLPISA

CULTURA

Inmaculada Tapia | EFE

19 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A Gianni Versace no le gustaban las fiestas. Él se sentía cómodo delante de un libro, estudiando e investigando sobre distintas civilizaciones para la creación de sus diseños. A las pruebas se remite José Luis Díez-Garde, comisario de la exposición Gianni Versace frente al espejo. Una propuesta expositiva de la que se puede disfrutar hasta el 6 de octubre en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid. Un diálogo entre prendas de Versace de 1984 a 1994 y piezas del museo de hace siglos para mostrar cómo el genio italiano, que se consideraba un clásico, construyó desde la historia la base fundamental para el lenguaje que la firma repite desde entonces, consiguiendo ser reconocible al primer vistazo.

El calabrés creó Atelier Versace en 1989, tras haber triunfado desde principios de la década con una moda parca en colores y funcional. En esos inicios de la alta costura trabajó con referencias culturales extraídas de la antigüedad clásica o de Oriente, por el que sentía una gran fascinación. Excesos decorativos, deseo sexual o el arte son una constante en su obra. «A la superficialidad se llega a través de la trascendencia», decía el italiano, creador de la firma que revitalizó la alta costura cuando a principios de los 90 parecía estar en declive debido a cambios socioculturales que promovían estilos efímeros. Una bocanada de aire fresco que heredaría John Galliano con un toque más teatral.

Pese a conseguir elaborar un lenguaje propio, renovando el sistema a través de la música, las celebridades y las top models, Versace no fue ajeno a las tendencias ni a otros grandes creadores. Considerado por la crítica como una versión hiperbólica de Valentino, reconocía que todos los diseñadores estaban en deuda con Yves Saint Laurent, del que, señala el comisario, recibió clientela, especialmente actrices. Admiraba a Romeo Gigli, Issey Miyake y, especialmente, a Karl Lagerfeld por el modo en que había revitalizado el mito de Chanel. No en vano consideraba su maestro al Káiser de la moda.

Algunos de esos diseñadores ocupaban un espacio en el vestidor de una empresaria italiana que decidió hacer una generosa donación al Museo Nacional de Artes Decorativas en el 2001, cuando aún no existía el Museo del Traje. Está compuesta por más de 180 piezas entre las que destacan más de 120 prendas de alta costura datadas entre los años 80 y 90.