La primera obra registrada en la SGAE, hace 125 años, fue dedicada a La Voz

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

CULTURA

Antonio Onetti, presidente de la SGAE, ojeando los archivos que se guardan en la biblioteca.
Antonio Onetti, presidente de la SGAE, ojeando los archivos que se guardan en la biblioteca. Francis Tsang

La estrenó el periodista Sinesio Delgado, cofundador de la entidad con Chapí

01 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Chasco se llevan los que al tropezar con un prólogo, desusado en las obras dramáticas, se figuren que voy a desfogar mis iras contra el público que me rechaza o contra los periodistas que me ponen como chupa de dómine. Uno y otros me importan un rábano. Voy a tratar en él de algo más importante que la defensa de una comedia en un acto, silbada por quien probablemente tuvo razón y seguramente derecho. Esta es la primera obra que en España se imprime con el membrete o cabecera de la Sociedad de Autores». Así comienza el prólogo de La Espuma, primera obra registrada en la entonces llamada Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música, la actual Sociedad General de Autores y Editores, (SGAE), que celebra estos días su 125.º aniversario partiendo de esta fecha de arranque, 20 de abril de 1899, año del estreno de la pieza en el Teatro Apolo aunque la oficial del arranque de la entidad es el 16 de junio de ese año.

Previa al prólogo ocupa la primera página del libro la dedicatoria: «Al señor D. Marcelino Dafonte. Director de La Voz de Galicia», que firma Sinesio Delgado como «El Autor», con una aclaración previa en la que explica que se lo había prometido y «que el público la haya rechazado, pataleando furiosamente, no debe ser obstáculo para que cumpla lo ofrecido», escribe a modo de disculpa con gran carga de humor.

Antonio Onetti, presidente de la SGAE, explicaba en su discurso de inauguración de los actos con los que este año festejan el aniversario, que a finales de la última década del siglo XIX «algunos autores, especialmente los relacionados con el género lírico, con la zarzuela, comenzaron a estar hartos de los abusos constantes de los empresarios de aquel entonces, que les estafaban sistemáticamente. En el origen de la Sociedad de Autores Españoles hay un personaje que personifica como nadie la lucha de los escritores y de los músicos por gestionar sus intereses. Ese personaje es Sinesio Delgado».

Relata Onetti que Delgado conocía la situación, muchas veces crítica, en la que se hallaban con frecuencia los autores, que «aguzados por la necesidad vendían malamente sus obras, perdiendo los derechos sobre las mismas. El único que resistía a este juego desigual era Ruperto Chapí, pero, poco a poco, se fue asentando entre los compositores y escritores un sentido más profundo de lo que significaba la profesionalización de su trabajo y Delgado y Chapí comenzaron a ser un ejemplo. Evidenciaron que era posible la independencia de los autores y compositores».

Señala el presidente de la sociedad que hoy gestiona los derechos de 132.000 profesionales, que Sinesio Delgado se convertiría en el primer autor español cuya obra estaba siendo gestionada por un organismo de autores y compositores. Por eso, muchos otros comenzaron a acudir a él y al compositor Chapí. «Era necesario crear un instrumento útil, redactaron los estatutos, se rubricó ante notario con once firmas y la escritura que suponía el nacimiento de la Sociedad de Autores Españoles» (SAE), resume sobre una entidad que se enorgullece de seguir protegiendo la obra de aquellos creadores del pasado, «y la de los talentos que emergen en un mundo digital y conectado», ya que abarca los ámbitos de las artes escénicas, el medio audiovisual y la música. «En este tiempo, los autores hemos cuidado de nosotros mismos. Nadie más lo ha hecho. Y hemos protegido nuestro patrimonio, grande o pequeño, que son nuestras obras», incide.

Entre esas obras se guardan grandes y pequeños tesoros en la biblioteca que se ubica en el sótano de la sede de la SGAE, en el señorial Palacio de Longoria, edificio modernista construido por el financiero Javier González Longoria para residencia familiar y oficinas de su sede bancaria, obra del arquitecto José Grases Riera. La bibliotecaria María Luz González Peña destaca joyas vinculadas a Galicia como las partituras de La fragua de Vulcano, del maestro Chapí, con letra del dramaturgo y político compostelano Manuel Linares Rivas; Santos e meigas, la única zarzuela de José Baldomir que compuso junto a Vicente Lleó o La zarzuela El galleguito. La experta subraya también la importancia de obras registradas por autoras como Emilia Pardo Bazán, que se hizo socia en 1905 con las obras de teatro El vestido de boda y La suerte, siendo entonces Galdós presidente de la SAE; Sofía Casanova, con la obra La madeja que se estrenó en el Teatro Español también con Galdós, de nuevo, al frente y escribió esta coruñesa, primera corresponsal de guerra europea que firmó crónicas de la Primera Guerra Mundial; el Himno de los poetas, de Gregorio Baudot, con letra de Casanova; la prolífica Pilar Millán Astray, autora de decenas de libretos, entre ellos, el célebre La tonta del bote o las composiciones de la prolífica pianista Carmen Díaz Martín, fallecida a los 103 años.