Ismael Serrano: «La etiqueta de cantautor penaliza, si vas con ella a un festival te mirarán rarito»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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Presenta esta semana en Santiago y Pontevedra el disco «La canción de nuestra vida»

19 nov 2024 . Actualizado a las 09:26 h.

Ha llegado a los 50 años Ismael Serrano (Madrid, 1974). Y hay cierta sensación de crisis superada al rebasar el medio siglo de vida. «Supongo que una cifra así, tan rotunda, lleva a plantear muchas cosas a cualquier persona», dice el autor Papá cuéntame otra vez. «Si ya de por sí un músico tiene un conflicto con el paso del tiempo y trata de combatirlo o enfrentarlo a través de las canciones, pues con 50 digamos que se invita a hacer balance. De lo aprendido, de lo que uno ha conseguido, de las promesas que se hizo, todas esas cosas», añade. Esta semana dará algunas de las respuestas a ello en Galicia con los conciertos que tiene previstos en Santiago (jueves 21, Auditorio Abanca, 20.30 horas) y Pontevedra (viernes 22, Auditorio Sede Afundación, 20.30 horas). Los organiza Cávea Producciones.

—¿Cómo vería aquel Ismael Serrano joven que prometía hacer ciertas cosas al artista de hoy?

—Bueno, creo que estaría contento, en el sentido de ver que ha cumplido algún sueño, como el de poderse dedicar profesionalmente a la música y viajar con la guitarra al hombro, como lo hago. Supongo que estaría satisfecho, en la medida en la que puedo estar satisfecho, siendo como soy un insatisfecho permanente. Pero creo que aquel chaval vería que gran parte de sus sueños se han cumplido y eso es un privilegio del que hay que ser consciente.

—El año pasado lanzó «La canción de nuestra vida». ¿Va más allá del tópico del disco de madurez?

—Es verdad que es un disco que habla de la madurez, de lo que supone alcanzarla. También de lo que es, dentro de ese conflicto en el paso del tiempo, darse cuenta de que no conlleva solamente y siempre una renuncia. Al contrario, el paso del tiempo te regala cosas. Te regala la oportunidad de vivir experiencias inolvidables, de conocer a gente maravillosa, de abrir ventanas a la esperanza y de tener experiencias bonitas, que son susceptibles de convertirse en canción. No perder esa curiosidad y seguir con esa búsqueda es algo que considero muy importante.

—Después de ese disco, llega «Sinfónico», el sueño grandioso de muchos artistas. ¿Era su modo de trascender a la crisis?

—El álbum sinfónico es una fantasía recurrente en todo músico que hace canción popular, desde Metallica hasta Raphael. Es verdad que si tú llevas las canciones a otro lugar, tiene algo de autocelebración, de darse el gusto de hacer un disco de estas características. Sitúa las canciones en otro lugar, les imprime otra épica, otra mirada y, sobre todo, tiene ese punto de celebrar la canción, el paso del tiempo y todo lo que uno ha hecho hasta ahora.

—Se autodenomina cantautor, un término del que muchos rehúsan. Algunos dicen que es por la catalogación de las plataformas. ¿Cree que es así?

—Hay un problema ahí, que genera una dificultad para ser escuchado. En Spotify hay diferentes tipos de listas que están hechas o bien por un algoritmo o bien por un prescriptor. Hay listas oficiales de pop, de indie, de latino y no sé qué más que están elaboradas por prescriptores. En el caso de la canción de autor solo existe una lista y la hace un algoritmo. Yo creo que la etiqueta de cantautor penaliza y muchos artistas son conscientes de ello porque, claro, eso no les relaciona con la tendencia más urbana, por así decirlo, que es la que más les va a visibilizar. Ese tipo de etiqueta les beneficia en las búsquedas, a la hora de introducirlos en según qué listas e, incluso, para participar en según qué festivales. Pero si vas por ahí con ella, diciendo que eres un cantautor, en un festival te van a mirar bastante rarito. Que esa es otra historia.

—Los festivales son otro pilar de la industria y cada vez acaparan más poder en la música en vivo.

—Sí, y hay una búsqueda desesperada por entrar en ese circuito festivalero. Hablo de los artistas en general, no solamente de los cantautores. ¿Cómo encajar? ¿Cómo meterse en ese circuito? Creo que va relacionado con Spotify, porque en el fondo, cuando tú vas a un concierto, de alguna manera lo que quieres ver es algo que se parezca a una playlist de esa plataforma. Son conciertos muy cortos, de 40 o 45 minutos. Y el festival tiene que ver más con la socialización que con la experiencia inmersiva que ofrece un concierto. En un teatro, por ejemplo, se apagan las luces y tu atención se enfoca en el escenario. El artista en cuestión construye un relato, por así decirlo. No en el sentido tradicional de presentación, nudo y desenlace, pero es un relato de lo que quiere ofrecer, de lo que quiere decir, de cuáles son sus inquietudes. A veces es un relato construido de manera inconsciente, pero que funciona así.

«No puedo dejar de escuchar a Sabina por lo que él diga»

En los últimos días muchas figuras públicas ligadas a la izquierda han anunciado que abandonan la red social X (Twitter), en donde Ismael Serrano es muy activo.

—¿Ha tomado ya una postura?

—No, la verdad es que estoy dudando. Efectivamente, uno no sabe si tiene sentido seguir cuando el algoritmo te invisibiliza. Desde que Elon Musk compró Twitter he dejado de seguir sumando seguidores. Me estanqué y cada vez que voy sumando, porque algún tuit se viraliza, al día siguiente lo pierdo. Y, de repente, me encuentro que dejo de seguir a gente que seguía habitualmente. El algoritmo está hecho para polarizar y amplificar ciertos mensajes. Pero en mi cabeza también está esa cosa, quizá infantil, de no aceptar la derrota. No hay que abandonar los lugares hostiles, porque desaparecen las voces disidentes. Ayer, por ejemplo, leía tuits de algunos ultraderechistas que me tiene ojeriza diciendo: «Ismael, ¿tú no te vas ya?» Para mí irme es como darles de alguna manera la razón.

—¿Se plantea si tiene seguidores suyos que sean de derechas?

—Sí, me consta que los hay. Y está bien. Uno tiene que ser capaz de sobreponerse a los prejuicios y entender que te puede gustar algo de gente que está en las antípodas ideológicas y no opinar como él. No pasa nada. Tú lees a Vargas Llosa y él parece otra persona diferente de la que ha escrito esta novela. Pero te gusta, no vas a dejar de leerlo. Por eso yo creo que hay que abstraerse de esas cosas. A mí me preguntan mucho: ¿Has oído lo que ha dicho Sabina? Sí, lo he oído, y, bueno, yo no pienso como él y estoy seguro que su opinión está más llena de matices de lo que adelanta el titular, por así decirlo. Pero a mí Sabina me ha hecho muy feliz. No puedo dejar de escucharlo por lo que diga. Tengo una deuda con él, no solo como cantautor, artista o músico, lo que se quiera, sino como persona. Ha sido muy importante en mi vida y no me puedo plantear algo así.