La familia de Santiago con cinco generaciones vivas: «Quise tener un hijo a los 26 años para que, al igual que me pasó a mí, pudiese disfrutar de su tatarabuela»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

En el centro, Marina Teresa Puente Vieiro, la tatarabuela, de 89 años. A la izquierda, su hija María del Carmen Puente, de 66 años, quien a su vez tiene a su lado a su hija Cristina Feáns, de 41, con su hijo Mateo, de 16 meses en brazos. A la derecha de Marina está su otra nieta, María del Pilar Feáns, de 44 años, y la hija de ella, Alexia, de 26, quien sostiene a su bebé de 9 meses
En el centro, Marina Teresa Puente Vieiro, la tatarabuela, de 89 años. A la izquierda, su hija María del Carmen Puente, de 66 años, quien a su vez tiene a su lado a su hija Cristina Feáns, de 41, con su hijo Mateo, de 16 meses en brazos. A la derecha de Marina está su otra nieta, María del Pilar Feáns, de 44 años, y la hija de ella, Alexia, de 26, quien sostiene a su bebé de 9 meses XOAN A. SOLER

Entre Marina, la tatarabuela, y Xián, el más pequeño, hay 89 años de diferencia. En esta saga, madre e hija fueron abuelas al poco de pasar los 40 años y tía y sobrina tuvieron hijos en los dos últimos años. La historia de esta familia nació en la aldea compostelana de O Vieiro y continúa creciendo al lado, en el barrio de Fontiñas

19 nov 2024 . Actualizado a las 11:09 h.

En unos tiempos en los que la media para tener el primer hijo en Galicia supera los 33 años, con no muchas familias en las que puedan coexistir cinco generaciones, la compostelana Marina Teresa Puente Vieiro, de 89 años, puede presumir de ello. «Eu son a tataravoa. Vivo soa, pero con toda a familia preto», agradece la santiaguesa, de viva memoria, desde su inmueble de la rúa Budapest, en Fontiñas, próximo, como ella misma lamenta desde su ventana, «á rotonda que sempre se inunda». «Eu nacín preto, na aldea de O Vieiro. Alí moitos veciños compartiamos o apelido do barrio. Era outro Santiago. Todo cambiou moito. Na miña infancia esa era unha zona de moitos prados, con todo casas. Hai décadas, tralas obras de urbanización no lugar, trasladeime a este piso, pero non hai día que non suba ata onde nacín para traballar a horta», destaca con energía, mientras su hija, nietas y bisnieta, todas compostelanas, lo corroboran. «No para», celebran.

El hecho de que tanto Marina como sus descendientes tuviesen hijos a una edad relativamente temprana favorece que hoy tengan la oportunidad de vivir -«y de disfrutar», como subrayan- de varias generaciones. Marina tuvo, con 20 años, a su hijo Suso y, con 23, a María del Carmen Puente Martínez. Es con esta última santiaguesa con la que seguimos el relato familiar.

María del Carmen, que hoy tiene 66 años, tuvo a sus 22 años a María del Pilar Feáns y, tres años después, a Cristina. Su primera hija tuvo, por su parte, a su hija, Alexia Feáns -quien se invirtió el apellido- a los 18 años, convirtiendo a María del Carmen Martínez en abuela a los 40 años, edad en la que muchas mujeres tienen hoy en día aún su primer hijo. Alexia, a pesar de la corriente actual, tuvo claro lo de tener también un hijo joven y así, hace nueve meses, y con 26 años, fue madre de Xián.

«Yo tuve tatarabuela, Encarnación, hasta los ocho años, y es algo que no olvido. Guardo muchos recuerdos de esa etapa; también pequeñas anécdotas, como cuando ella me reñía porque tiraba las mondas de las uvas y ella podía resbalar...», evoca con cariño Alexia. «Eso me quedó ahí… Tuve claro lo de tener un hijo joven, entre los 25 y los 28 años. Al final fue con 26. Yo quería que mi hijo, al igual que me pasó a mí, pudiese disfrutar de su tatarabuela. Xián juega ahora con Marina… No me importa que entre mis amigos no haya ninguno con hijos. Yo no dudé. Estoy ilusionada con la Navidad que se acerca...», enlaza la joven, mientras la tatarabuela Marina está atenta a la merienda del pequeño. «Cuando me quedé embarazada le escribí a Marina una nota anunciándole que iba a ser tatarabuela y ella aún la conserva en la nevera», muestra feliz.

«Se da la casualidad que Marina fue, durante muchos años, cocinera en el colexio Doña Emma, donde estudió también su hija y sus nietas. Yo ahora trabajo en la cocina del hotel Puerta del Camino», añade la joven santiaguesa, puntualizando mientras tanto su tatarabuela con orgullo que «ela non necesita que eu lle dea consellos; Alexia faino moi ben».

Toma la palabra en ese momento María del Pilar Feáns, madre de Alexia, quien se convirtió en abuela de Xián a los 44 años. «Cuando mi hija me dijo que estaba embarazada me sorprendió, pero reconozco que luego me tardaron en pasar los nueve meses... Recibí al pequeño con gran ilusión. Es una responsabilidad distinta», admite María del Pilar, dedicada laboralmente al sector de la limpieza. «La mayor parte de mis amigas ni tienen hijos y yo ya soy abuela. Después de tener a mi hija con 18 años, cuando la llevaba al colegio, muchos pensaban que era mi hermana. Ahora, cuando algún día voy con Xián a la guardería, hay quien piensa que es mi hijo. No dan crédito a que sea la abuela», reflexiona, sobre un razonamiento en el que ahonda María del Carmen Puente Martínez, bisabuela a sus 66 años. «El otro día estábamos varias mujeres en la peluquería y alguna de broma pidió un ‘peinado de abuela'. La peluquera, que conoce mi historia, dijo que para una de las presentes tendría que ser un ‘peinado de bisabuela', y alucinaron. Algo inherente a esta familia es que la gente nos dice que somos jóvenes para todo, para ser bisabuela, abuela o madre...», refrenda María del Carmen.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Se da la casualidad que la tía de Alexia, Cristina, de 41 años, tuvo un hijo, Mateo, hace 16 meses. «Yo soy la madrina de Xián, el hijo de mi sobrina, y ella es la madrina de Mateo. Mateo vendría siendo el tío segundo de Xián», anota, admitiendo la posible confusión al aclarar los parentescos. «Cuando nos preguntan, a veces ni tratamos de explicarlo», razona riendo Cristina, quien trabaja en la rama sanitaria.

«A min faríame feliz que aumentase aínda máis a familia», apunta la tatarabuela Marina, desechando las bromas sobre sus preferencias. «Daríame igual o sexo, aínda que se fose unha nena...», desliza risueña, mientras tanto su hija, nietas y bisnieta se sonríen. «Ao mellor ata podo desfrutar dunha tataraneta. O próximo ano cumpro 90...», acentúa Marina