El legado de Manuel Azaña, que pidió «paz, piedad y perdón», en el Instituto Cervantes

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

CULTURA

Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y José Manuel Albares, ministro de Exteriores y Cooperación
Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y José Manuel Albares, ministro de Exteriores y Cooperación Marta Fernández | EUROPAPRESS

La organización rinde homenaje al político que, pese a vivir tiempo convulsos, apeló a la razón; el tributo coincide con la celebración del 145 aniversario del nacimiento del presidente de la Segunda República

10 ene 2025 . Actualizado a las 17:01 h.

El legado in memoriam de Manuel Azaña, voz ilustrada de la razón, fue depositado este viernes en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, en Madrid, en un acto celebrado con motivo de 145.º aniversario del nacimiento del político y escritor. Presidente del Consejo de Ministros (1931-1933) y de la Segunda República (1936-1939), Azaña fue reivindicado por los participantes en el encuentro, entre ellos el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el director de la entidad, Luis García Montero, que coincidieron en resaltar sus palabras de «paz, piedad y perdón», pronunciadas en su célebre discurso del 18 de julio de 1938, a los dos años del comienzo de la Guerra Civil. Entonces Azaña exhortó a los españoles a que, si alguna vez sentían que les hervía la «sangre iracunda», escucharan la voz de aquellos que cayeron en la batalla en defensa de un «ideal grandioso» y ya no abrigaban odio ni rencor.

Azaña, quizá el orador parlamentario más insigne de España, según el juicio de Salvador de Madariaga, permanece en la memoria de los que se dieron cita en el Cervantes. «Rendimos homenaje al hombre, al estadista, al escritor, al referente para millones de españoles que defendieron la libertad y la democracia frente a la tiranía, la intolerancia y la violencia», dijo Albares.

Autor y político incansable, Azaña vivió en medio de una época convulsa con el talento apaciguado propio del hombre de letras. Pese al fragor de la violencia, apostó por una España «abierta y tolerante» que, según el ministro, es posible hoy en un país y plural y avanzado como España. «Recordar su figura es recordar aquello que defendió, aquello por lo que luchó y creyó. Es recordar, como él decía, que hay que gobernar con razones y con votos, desde la convicción y desde la persuasión, sin caer nunca en las trampas, tan actuales en estos momentos, de la calumnia y de la mentira».

Como escritor, descolló como un gran ensayista que estudió con pasión a Juan Valera y su novela ‘Pepita Jiménez’. Reivindicador de Miguel de Cervantes, publicó la novela ‘El jardín de los frailes’, obras teatrales como ‘La corona’ y ‘La Velada en Benicarló’, al tiempo que fue presidente del Ateneo de Madrid, una de las grandes instituciones culturales de la época.

Para Luis García Montero, la herencia de Azaña se resume en el adagio de que el poder no puede olvidarse de la ética, incluso en las situaciones más difíciles. «Me siento orgulloso de que España, heredera hoy del pensamiento de Manuel Azaña, pueda hablar de concordia, de igualdad, de orgullo y de memoria», aseguró.