El próximo fin de semana regresaremos al llamado horario de invierno y, con ello, al debate que cada medio año gira en torno a las agujas del reloj. Así llevamos más de un siglo. En 1918, cuando se estableció esta práctica, La Voz tiraba de ironía con una coplilla: «Inútil cambiar la hora con adelanto o demora por estos o aquellos fines.
¡Al cabo sale la aurora sin consultar al Longines!». Pero no todo eran sonrisas.
Jesús Flores