Ramón Loureiro: «El gran viaje es salir de uno mismo»

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Loureiro, en la imagen, retratado en su casa, presenta el 15 de febrero en Ferrol su nuevo libro, «La bendición de las estrellas».
Loureiro, en la imagen, retratado en su casa, presenta el 15 de febrero en Ferrol su nuevo libro, «La bendición de las estrellas». José Pardo

«La bendición de las estrellas», segundo tomo de diarios del autor fenés, llega estos días a las librerías

25 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«El más hermoso de los viajes, el gran viaje, es salir de uno mismo. Es importante saber mirar lejos, como es importante, también, saber escuchar», reivindica el periodista de La Voz y escritor Ramón Loureiro (Sillobre, Fene, 1965), que lleva estos días a las librerías, de la mano de la editorial madrileña Sr. Scott, el segundo tomo de sus diarios, La bendición de las estrellas. «Vivimos un tiempo dominado por la ira —incide—, un tiempo que ha perdido la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de escuchar atentamente lo que tienen que decirnos los demás».

Esa virtud de escuchar, de observar lo que sucede alrededor, de auscultar el latido de las pequeñas cosas, es el motor de este nuevo trabajo. «Cuanto más tiempo pasa, menos me interesan los debates vacíos, que a ninguna parte conducen, y más me interesa lo verdaderamente sustantivo, lo esencial». Es un gran admirador de la literatura de Pla, Andrés Trapiello, González Ruano, César Antonio Molina, Piglia... «Me gustan los escritores que asumieron el reto de vivir con los ojos abiertos y dar testimonio de ello», refrenda.

Ahora, cuando el libro ya está impreso y lo tiene en sus manos, se da cuenta de que «es, todo él, una carta a mi madre», matiza para recordar que Faulkner tenía razón cuando afirmaba que «la literatura solo es la llama de una cerilla encendida en plena noche; no ilumina nada pero nos muestra la inmensa oscuridad que nos rodea». En tal sentido, insiste, la literatura sirve para caminar entre las sombras, pero no tiene por qué, necesariamente, querer iluminarlas. «Tuve la suerte —añade— de nacer entre grandes contadores de historias, aunque a veces ya no soy capaz de recordar la voz de mi madre, y eso me desespera».

Galicia, para él, asegura, es una emoción siempre: «Tengo el honor de descender de dos de los más altos linajes de Galicia: por parte de mi madre, y a través de Sillobre, de hacedores de pan; y por parte de mi padre, a través de Magalofes, de ‘‘campesiños pobres da Terra Chá de Lugo’’, que diría Darío Xohán Cabana». Como García Márquez, cree que una de las mejores cosas que le pueden pasar a un escritor es tener una abuela gallega: «Yo tuve la suerte de tener tres: mi abuela Carmen, la madre de mi madre, que hacía pan; mi abuela Josefa, la madre de mi padre, que vivía en Magalofes y había venido de la Terra Chá; y mi bisabuela materna, Carmen, también, como su hija y su nieta, y que en su juventud había sido lavandera. Por desgracia, perdí a mi madre siendo muy niño, y ese es un golpe del que uno no se recupera jamás, pero mis abuelas hicieron posible que mi infancia fuese una patria a la que vuelvo siempre con el recuerdo».

La evocación del pasado y los que ya no están sobrevuela los textos de Loureiro, cuya percepción excede lo que se rinde a la vista: «Pienso en la muerte constantemente. Y yo, que soy creyente, habito el convencimiento de que los muertos están junto a Dios o no están en ninguna parte, pero también creo que sus sombras caminan a veces a nuestro lado, aunque no siempre sepamos verlas».

Vanidades

La bendición de las estrellas es, aclara, un libro que no se parece a ningún otro de los suyos. «No es Las galeras de Normandía, claro. Yo no soy la misma persona que escribió ese libro que a raíz de su traducción al castellano gozó de un eco con el que no había soñado jamás. Hay quien dice que nunca volví a escribir un libro como Las galeras..., y tiene razón». Pero La bendición de las estrellas es una obra en la que ha depositado muchas esperanzas desde el momento en que decidió que lo que se cuenta en él podía publicarse —porque es hijo de sus cuadernos más personales—: «Es un libro del que estoy verdaderamente satisfecho. Cosa que digo sin falsa modestia alguna, sino imbuido [ríe] de la más repugnante de las vanidades».

¿Esto es literatura?, inquiere. «No lo sé. Y, a estas alturas, me da igual. Lo que importa, y me conmueve, es que quienes lo han leído me dicen que los ha hecho estremecerse. Sea como sea, este libro está escrito con mi propia sangre sobre fragmentos de mi propia piel».

Es gran lector de diarios, siempre lo ha sido, insiste. «Y siempre he escrito diarios, con independencia de que la mayor parte de lo que contienen quede para mí mismo. Estos son un poco peculiares, como diría Torrente Ballester, dietarios sin fecha con ‘‘interpolaciones mágicas’’».

JOSE PARDO

En cuanto a la elección del castellano, una vez más, en su obra, es tajante: «Soy un escritor en lengua gallega y en lengua castellana. Yo diría que, esencialmente, en lengua gallega, que es la lengua en la que vivo, a única lingua na que lembro a voz de miña nai. Eu digo que o galego non morrerá, cando menos, mentres eu viva. E despois... pois Deus dirá. Yo creo que el gallego atravesará momentos difíciles, pero que no desaparecerá jamás. Es una lengua resistente, una lengua para la eternidad. ¿Por qué algunas obras en gallego, como mi anterior libro, Ferrol, y otras en castellano? Pues no tengo una respuesta para eso. Son los propios libros los que eligen las palabras que habitan. Yo ahí tengo poco que decir».