
En «If I Had Legs I'd Kick You», película independiente de Mary Bronstein, protagoniza a una mujer atenazada por los miedos de una sociedad en descomposición.
17 feb 2025 . Actualizado a las 22:20 h.«»Parece una banalidad o algo demasiado gratuito encontrar ahora mismo en cada película norteamericana que nos llegue con una visión demoledora del estado social y psicológico de aquel país una urgente puesta en escena de las convulsiones que solo acaban de empezar con Donald Trump en la Casa Blanca. Y, sin embargo, es inesquivable asistir a la situación de derribo anímico que exhibe el personaje de la psiquiatra que encarna Rose Byrne en el filme If I Had Legs I'd Kick You, presentado en la competición de esta Berlinale y dirigido por Mary Bronstein, y no auscultarlo como si se tratasen de las aceleradas sístoles y diástoles de un país en situación de taquicardia emocional.
La película de Bronstein alcanza ese grado de representación del momentum por la ferocidad de su guion y de la puesta en escena espasmódica y asfixiante con la que estructura su visión distorsionada de la realidad a los ojos de una terapeuta mental que vive en el desequilibrio emocional agudo. Pero llega a él -por encima de todo- por mediación del trabajo de interpretación de la actriz australiana Rose Byrne. Con 45 años es ya una veterana que ha trabajado en la saga Star Wars, en franquicias de terror -Insidious- en títulos como María Antonieta o Troya, o en series de éxito como Damages en la que lograba eclipsar nada menos que a Glenn Close. Faltaba una obra capaz de canalizar todo ese talento hasta ahora constreñido en vehículos de menor alcance. Y lo que Rose Byrne despliega en If I Had Legs I'd Kick You es un torrente de emociones, de temores, desgarros, miedos íntimos, paranoias del alma, que ella encabalga y por momentos parece que van a quebrarla en su intensidad demoledora. Es el personaje de Byrne una agonista urbana de esta Norteamérica tan temida: sobre ella y su joven hija entubada por un problema alimentario caen literalmente los techos de su casa y se produce la inundación. Y es solo el pórtico que la película abre al sentimiento de inmenso desamparo, de desprotección, de carencia de certeza alguna que caracterizan este instante. Byrne es una psiquiatra a su vez dependiente de terapia. Sufre trastornos, convive con el síndrome de mala madre, percibe al hámster que ha comprado para su hija como algo así como un dragón, que termina muy pronto aplastado por un coche en el asfalto. A su vez, atiende a sus pacientes, un postadolescente que la abruma con sus transferencias de deseo o una mujer también al límite que abandona a su bebé infernal en su consulta.
Se podría entender que If I Had Legs I'd Kick You sería el equivalente a Un día de furia de este momento. Pero todo lo que era en el clásico de Joel Schumacher testosterona y explícita violencia de armería en casa, aquí está vehiculado por la sensibilidad femenina y por una amenaza siempre soterrada y somatizada hacia sus adentros por ese rostro de Rose Byrne, casi siempre en primer plano. Y en cada uno de ellos a punto de ser engullido por la angustia de un país donde no funciona ni la sanidad ni ninguna otra red de servicio público. Y donde la hostilidad del vecino comienza cuando bajas a la tienda del 24 horas debajo de tu casa a comprar un cartón de leche.
Su directora, Mary Bronstein, construye el descenso por ese tobogán sin freno con un montaje en ocasiones demasiado convulso, lo que hace del viaje una experiencia que te deja exhausto. Hay algunas quiebras de ritmo en esas decisiones. Al igual que sobran algunos subrayados metafóricos sobre el espacio exterior, el cosmos y la casa sin techo de la protagonista como infiernos tan temidos. Pero lo que no está a la altura de Rose Byrne se apresura a componerlo esta actriz descomunal en su dolorosa y lúcida huida hacia adelante por tierra, mar y aire. Una escapada y un huis-clos que son ya una página indeleble del cine de la angustia íntima y global de este tiempo.
La niña telepática y los caballos salvajes en Galicia
La inmensidad del trabajo autora de Rose Byrne pareció empequeñecer cualquier otra propuesta fílmica exhibida en su derredor. También en competición, la alemana What Marielle Knows, del alemán y desconocido Fréderick Hambalék, parte de una idea de guion prometedora: la hija adolescente de un matrimonio de clase media descubre, a raíz de un accidente escolar, que posee poderes visionarios en los que accede a lo que en cada situación del día están haciendo sus padres. Esto la lleva a desnudar sus secretos: los amagos de infidelidad de ella en la oficina, la pusilanimidad de él para con sus compañeros de trabajo en una editorial. Y provoca una inmediata fractura abierta en la pareja y en sus (in)seguridades. Es una lástima que la escritura de la historia no profundice en esa vía para alcanzar cotas de mayor calado. Se conforma con gestionar algunos enredos de indudable comicidad -la secuencia en la que la mujer decide acometer ese sexo ya no clandestino posee eficacia- pero se vuelve perezosa y deja lo que parecía bien apuntado a medio hacer.
La china Girls on Wire es una película ínfima que dirige Vivian Qu, productora de cierto prestigio que ganó como tal el Oso de Oro aquí en 2014 con el filme de serie negra Black Cool, Thin Ice. Como cineasta, Vivian Qu no va a ninguna parte, ni negra ni blanca. Se enreda en el reencuentro de dos primas que convivieron en la infancia y diez años después una es extra en películas de artes marciales, la otra, víctima de las deudas familiares y secuestrada por una banda dedicada al tráfico de droga. No funciona Girls On Wire ni como trama criminal ni como melodrama de familia, con unos patéticos flash-backs propios de telenovela.
En la sección alternativa Generation KPlus, orientada a público juvenil, se programó el documental danés Only On Earth, en el cual Robin Petré ha filmado en Galicia imágenes de los caballos salvajes y su papel natural en la prevención de incendios al frenar la maleza inflamable. Posee valor antropológico y rigor en el acercamiento a figuras como un joven vaquero, una analista de incendios o un veterinario. Y coproduce Polar Films. Aunque la sombra de una gigante como la actriz Rose Byrne sea el trote desbocado que no deja foco a nada más en esta jornada de Berlinale, quede constancia de esta producción que deberá llegar pronto al circuito de festivales en Galicia.