Vega y la música al borde de la lágrima

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

J.B.

Emocionante concierto en A Coruña en el que la cordobesa se reivindicó ante su público como una rara avis en la industria musical

16 mar 2025 . Actualizado a las 10:37 h.

Hay algo que siempre ocurre en los conciertos de Vega y que, quizá, encuentre su definición más precisa en el propio rostro de la artista. Cuando el sábado apenas llevaba tres canciones en el Teatro Colón de A Coruña, se pudo ver. Con la luz cenital cayendo sobre su silueta, interpretaba Mortal. Al llegar a ese estribillo, en el que la fuerza y la fragilidad se baten en duelo en pos de la belleza, se dibujó en su cara la emoción pura. La de ojos cerrados, pecho en suspensión y alma entregada a la música. Eso que en la platea se siente como algo especial que sacude por dentro y va más allá, mucho más allá, de lo que habitualmente ocurre en un escenario de pop.

Sí, ha vuelto a pasar. De nuevo, Vega dejó al público tiritando con su manera radical de afrontar el directo, siempre al borde de la lágrima. Menos mal que lo oxigenó con humor (y afinaciones) entre canción y canción, porque tal intensidad prolongada en el tiempo podría desbordarlo todo en el teatro.

Tocaba presentar Ignis, uno de los discos notables de la música española del curso pasado. Lo hizo con un único concierto en Galicia —de siete en toda España— articulado en torno a él y el material de su etapa independiente. Un cancionero en el que late una verdad que en directo se amplifica hasta directamente estremecer.

Ocurrió en varias ocasiones, como la citada Mortal. O, por ejemplo, Cristal oscuro. Si en disco era uno de los grandes momentos del 2024, el sábado se convirtió en fuego abrasando los malos espíritus en vivo. Especialmente emotiva fue la lectura de Santa Cristina, junto a Guadi Galego. También Leviatán, de su último disco, de esas de cerrar los ojos y morder el labio en la butaca, mientras la cabeza ladea de puro placer.

Reivindicándose ante su público y al margen del estado de la industria (donde la «paridad es un paripé», denunció), concluyó la actuación con La reina pez. Rabiosa, intensa. Ya no pudo quedarse al borde, sino que directamente terminó embargada en lágrimas, despidiéndose hasta el próximo concierto, «si lo hubiera». Por el bien de la música conmovedora, esa que sacude la fibra sensible, debería haberlo. El siguiente. Y muchos más. Que así sea.