
Belleza y rigor hacen del libro «Rapaces» un trabajo artístico más allá de la mera guía práctica pensada para los aficionados a la ornitología
19 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Las alas / del buitre / son de color / negro muerte / pero bajo el ala / relumbran / las plumas / brillantes / anegadas / de luz. / Ello / se explica / por el ángulo / del sol / sigo / mirando / sigo pensando / ahí de pie / tan lejos abajo / de estas altas / aves flotantes / ¿podría esto / como tantas / otras cosas / estar ofreciéndonos / algo en que / pensar / muy en serio?».
Decía la poeta y activista estadounidense Mary Oliver que un poema debería tener siempre pájaros. No en vano, en su lírica, solía emplear las aves como símbolos de libertad, belleza, conexión con la naturaleza, de esperanza, de la aspiración a vivir con intensidad. Algo así puede experimentar el lector al enfrentarse —al gozar— al libro Rapaces que vuelan en el día y en la noche (2017).
El ornitólogo holandés Paul Böhre (1961) y el ilustrador científico belga Joris De Raedt (1987) coincidieron juntos en la revista de naturaleza Roots, de la que el primero —apasionado experto en el mundo de las aves— era editor. Trabajaron a fondo ambos sobre las aves de rapiña de los Países Bajos y de Europa en una exitosa colaboración que devino en amistad y cuyo fruto último —también una demanda de los propios lectores de la publicación— es el volumen Rapaces, que ahora trae a la lengua castellana el sello Errata Naturae y que este lunes llega a las librerías. Belleza y rigor hacen del libro un trabajo de una hondura artística que lo eleva más allá de la mera guía práctica pensada para aficionados a la ornitología.
Como Oliver, dice Paul Böhre que desde hace milenios las aves rapaces nocturnas y diurnas, como animales imponentes que son, cautivan la imaginación del ser humano. «Los ojos brillantes, las garras afiladas como cuchillas, su vuelo majestuoso o el alarido místico y gélido de la lechuza común que se escucha en una noche sin viento...». ¿Qué oculta su enigmática apostura, su aerodinámico poder cuando surcan el cielo o se lanzan en picado en pos de una presa?
Y es que la velocidad que alcanza entonces el halcón peregrino, más de trescientos kilómetros por hora, recuerda el estudioso —que las observa desde la década de los años setenta del siglo pasado—, es un misterio en sí misma que acrecienta la fascinación, el amor, el respeto.
El temor de los propietarios por la integridad del ganado, los pesticidas agrícolas —muchos parajes agrestes se reconvirtieron al cultivo en aquella época en que él se inició en su afición— e incluso el miedo atávico del hombre, recuerda Böhre, pusieron ya entonces algunas especies al borde de la extinción. Felizmente, la percepción de estas aves por parte de la sociedad cambió en Europa y surgieron leyes que limitaron la utilización de pesticidas, lo que favoreció una cierta recuperación.
Félix Rodríguez de la Fuente
La admiración del autor por los documentales del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente consolidó su devoción por las rapaces y hasta lo empujó a visitar la península ibérica e investigar en los lugares que había filmado el mítico divulgador ambientalista burgalés. Aquello fue solo el comienzo de un peregrinar interminable por los más diversos espacios de Europa, buscando puntos desde los que observar a sus queridas aves, agazapado entre matorrales o peñascos, en ocasiones, mal protegiéndose de la lluvia y el viento. «Esos viajes y las incontables horas en la naturaleza me han convertido en la persona que hoy soy: un amante irredento de estas criaturas», confiesa.
Y, por supuesto, producto de esa obsesión, pone en manos de los lectores este hermoso libro, en que el aficionado conocerá la vida secreta y el comportamiento de las rapaces, verá por ejemplo cómo la posición de los penachos del búho real denota por la inclinación si su estado de ánimo es excitado/perturbado, tranquilo o asustado. Un animal que describe como «el lobo de las aves» por sus patas del tamaño de «una mano humana bien robusta» y sus garras, que, «afiladas como cuchillas», miden unos tres centímetros.
Así, cada especie aparece descrita, con información sobre su clasificación, sus rutas migratorias, su distribución por el Viejo Continente, sus huevos, su plumaje, sus nidos, su alimentación...
Emboscarse, la naturaleza invisible de los árboles
Profesor en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berna, Ernst Zürcher (Suiza, 1951) ha dedicado buena parte de su vida a estudiar los árboles, que él llama «seres de madera». Y lo ha hecho con éxito, con sabias y urgentes conclusiones. Como demuestra en Los árboles, en lo visible e invisible: sorprenderse, comprender, actuar, que el sello Atalanta acaba de traer al castellano. Si en Galicia por fin se ha alcanzado la madurez para reconocer la importancia del legado de la lengua propia, el tesoro que cantareiras y pandeireteiras han conservado para generaciones futuras, quizá sea llegado el momento de que se asuma también el inconmensurable valor que encierra el árbol, la carballeira, el souto... heredados de los abuelos. Y que, como el idioma, está amenazado. Los conocimientos de Zürcher, que van de las distintas tradiciones mitológicas a los más recientes descubrimientos de la ciencia, ayudarán a intuir la trascendencia que tiene hoy amar un árbol, un aliado clave ante el colapso climático que se está fraguando. Porque encara su condición visible pero también su naturaleza invisible, a la que acercan ámbitos como el lenguaje de los aromas, la electrofisiología y el geomagnetismo. En fin, un libro para emboscarse en sus páginas, en donde el lector puede hallar desde los baños forestales que los japoneses toman para combatir el estrés, la sincronización de los árboles con las mareas gravimétricas, las pulsaciones de los brotes de invierno según las posiciones de los astros, el papel de la leña como antídoto contra la artificiosidad de la vida contemporánea...