
El Museo de Belas Artes da Coruña abrirá la nueva exposición el 19 de junio
06 jun 2025 . Actualizado a las 18:48 h.Isaac Díaz Pardo fue un hombre de muchas caras. Pero esto es cierto para casi todos los artistas de cierta profundidad y amplitud de obra. Lo que hace diferente e interesante su trayectoria es, precisamente, el hecho de que, durante años, dejara aparcados sus queridos pinceles, prolongación natural de su brazo, y se diera a la producción alfarera industrial. Artesana, sí. Pero también industrial.
Este miércoles se celebró, en el Museo de Belas Artes da Coruña, la presentación de la exposición A barca de Caronte: A travesía vital de Isaac Díaz Pardo —que abrirá sus puertas el 19 de junio y estará abierta al público hasta el 14 de diciembre—. Estuvieron presentes en el acto el hijo del autor, Xosé Díaz Arias; la subdelegada del Gobierno, María Rivas; el conselleiro de Cultura, Lingua e Xuventude, José López Campos; la directora del museo, Ángeles Penas y el presidente de la Real Academia Galega de Belas Artes, Manuel Quintana.
Xosé Díaz quiso, precisamente, reivindicar en la figura de su padre esta dualidad entre el artesano y el artista. Entre el autor de delicadas piezas de alta sensibilidad y el divulgador que acercaba la belleza a todo el mundo a través de su cerámica. «O meu pai foi un artista e un empresario. É algo que herdou do meu avó, que tamén foi un pintor que soubo usar o seu talento en produtos industriais, como os carteis», recordó.
La mirada del barquero
Díaz Pardo fue un hombre de su tiempo. Necesariamente influenciado por todo lo que le rodeaba en unos tiempos a veces turbulentos y a veces de gran eclosión creativa. «O movemento renovador das artes galegas trouxo aquí algo diferente, en sintonía coas vangardas europeas. Dentro deste contexto sitúase a obra de Isaac Díaz Pardo», explicó Ángeles Penas.
Estuvo en continua comunicación y se retroalimentó de muchos otros autores gallegos ilustres. Como, por ejemplo Luis Seoane, que fue, además, uno de sus más queridos amigos, contertulios y confidentes. Toda esta conversación es visible en el mosaico temático de sus creaciones.
En dos ocasiones dedicó Díaz Pardo sus pinceladas a una figura mitológica por la que sintió particular fascinación. Caronte, el barquero del inframundo que transportaba las almas de los muertos hasta el Hades. Ambas escenas formarán parte de la muestra a la que, además, dan nombre.
Para Xosé Díaz, lo que encierra y explica la importancia de este personaje en la producción de su padre es una «alegoría». Ve una clara conexión entre la misión de conectar dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, y la trayectoria de Díaz Pardo. Porque también él tuvo que cabalgar contradicciones y conjugar pulsiones a veces opuestas. Las de «artista y empresario», aunque también se podrían contraponer las de artista y artesano. Tal y como explica su propio hijo, muchos de sus allegados y admiradores no entendieron que dejara atrás su etapa más prolífica en el cultivo de su arte para dedicarse a «facer cacharros».
Pero lo que muchos no consiguieron comprender en aquel momento es que lo de Isaac no eran simples cacharros. Y para reivindicar esto, también se exhibirán en este espacio algunos de sus ejemplos más finos y delicados de cerámica. Como los que surgieron de sus años argentinos tras la creación de la sociedad Zeltia S.A., que puso en marcha la factoría de Porcelanas Magdalena, en un pueblo a unos 100 kilómetros de Buenos Aires.
Este contacto con los exiliados de América dio lugar posteriormente al «Laboratorio de formas de Galicia», también muy presente en la colección a través de diseños de mobiliario, arquitectura y, claro, cerámica.
En total, unas 150 obras integrarán este compendio representativo, que recorre las diferentes etapas vitales y creativas de su protagonista. Aunque no es la suya la única firma destacada. También ocuparán las paredes varias creaciones de sus más queridos colegas, como su padre, Camilo Díaz Baliño, o sus amigos Luis Seoane, Torrallardona, Torres Agüero, Laxeiro y Geno Díaz.
Un esfuerzo común
Varias instituciones públicas y privadas han aportado obras para completar el catálogo. Especialmente volcada ha estado la familia de Díaz Pardo, como siempre cuando se trata de reivindicar su legado. Pero también se sumaron las cesiones del Concello de A Coruña, el Museo de Pontevedra, la colección de arte de Abanca, la Fundación Luis Seoane, la Fundación María José Jove o la Real Academia Galega. Además, el Museo Galego de Belas Artes colocará en los cuadros de Díaz Pardo que forman parte de la exposición permanente, como Xentes que ollan (1964), Nu (1940-1948) y O discurso (1946).
Numerosas actividades paralelas como charlas, talleres y jornadas científicas completarán, entre junio y principios de diciembre, el itinerario en homenaje a uno de los mayores exponentes del artista todoterreno en Galicia.