Un jugador libérrimo, un pionero en España y un líder para toda una generación de golfistas europeos
DEPORTES
Quizá porque prosperó sin apenas ayudas, quizá porque fue desde niño un autodidacto, quizá porque su carácter se lo mandaba, Severiano Ballesteros siempre fue un espíritu libre. Empezó a jugar al golf casi en la clandestinidad: por el día en la playa de Pedreña y por la noche en el campo donde no tenía permiso para practicar.
Eligió un deporte casi desconocido en España, donde prosperó al margen de cualquier estructura institucional. Actuó de cadi e hizo de la necesidad virtud para inventarse golpes imposibles, pensar geniales ideas disparatadas, crecer. Profesional a los 16 años sin tener siquiera el juego completo de palos, en sus primeros años llegó a viajar de torneo a torneo en autobús. Así que cuando llegaron sus éxitos, no estaba en deuda con nadie más que con el golf, que le dio todo cuando apenas era conocido en España.
Pionero como Manolo Santana en el tenis o Ángel Nieto en el motociclismo, Ballesteros fue libre para jugar en los cinco continentes y hacer lo que le pidió su carácter: enfrentarse a estructuras anquilosadas y arrancar cambios en la organización de los principales circuitos.
Con 19 años ganó la Orden de Mérito europea, terminó segundo en el Open Británico por detrás de Johnny Miller y empatado con el gran Jack Nicklaus, y encadenó triunfos en los cinco continentes.
En 1979, Severiano Ballesteros logró el primero de sus tres British, y luego llegaron dos Masters y cinco Mundiales match play . Además, la irrupción de Ballesteros tuvo un enorme valor simbólico para el golf europeo. Lideró a toda una generación porque consiguió lo que ningún otro hasta entonces: ganar el Masters de Augusta en 1980 y 1983. En la Ryder Cup, logró que el equipo británico se abriera a los jugadores continentales; lideró los triunfos de 1985 y, sobre todo, 1987 en Ohio, ante el público norteamericano; consiguió que el duelo con Estados Unidos llegase a España en 1997, cuando capitaneó un triunfo inolvidable...
Inventor de golpes imposibles, de rodillas, a ciegas y desde el párking. Desde el aparcamiento del hoyo 16 del Royal Lytham & St. Annes jugó para ganar su tercer Open Británico en 1988. Libre y genial, a su manera.