La presunta trama del voto por correo que lo llevó al poder y la escandalosa asamblea general que impulsó su dimisión fueron en realidad dos avales para que Ángel María Villar, en un alarde de nepotismo, premiara a Ramón Calderón con la presidencia de la Comisión del Centenario de la Federación Española de Fútbol. Lo que pretendía ser un paraguas para mantener bajo cobijo al responsable de la etapa más negra del Real Madrid, una afirmación de que el fútbol se rige por sus propios criterios, ha resultado ser una trampa. La palabrería inicial de Ramón Calderón ha desaparecido tras ser imputado por dos juzgados diferentes. Hasta ayer, cuando el ex presidente, por exigencias de su incomprensible cargo, se vio obligado a la exposición pública, a someterse al derecho al pataleo de los aficionados que se han sentido engañados durante meses. Pero Calderón, ahora en manos de la Justicia, no es más que el muñeco de pimpampún de una feria que maneja Villar.