Alonso adelantó su parada para copiar a Webber, un error que lo llevó a la séptima plaza, que unida al triunfo del alemán lo apartó del título
15 nov 2010 . Actualizado a las 13:17 h.El mejor coche frente a la peor estrategia. El resultado, Sebastian Vettel, vencedor en Abu Dabi y campeón del mundo de fórmula 1. Ferrari sirvió en bandeja el título al alemán. Fernando Alonso, que partía desde la tercera posición, acabó séptimo, lejos del cuarto puesto que le exigía la victoria de Vettel. La escudería italiana cometió un error de cálculo que resultó fatal. Adelantó la parada de Alonso para copiar la táctica de Mark Webber y no perder la posición con el australiano. Y enterró a su piloto en un embotellamiento. Fue la sentencia de muerte para el asturiano.
Alonso deseaba una carrera anodina. Sin sobresaltos. Pero la primera vuelta rompió su tranquilidad. El F10 volvió a remolonear en la salida y Button superó al español. Alonso se encontraba al límite. Si perdía otro puesto, daría a Vettel el liderato virtual. Y tenía detrás a Webber. Para más inri, un inexplicable trompo de Michael Schumacher a las primeras de cambio provocó la salida a pista del coche de seguridad. Y comenzó ese baile que no deseaba Alonso, en el que las estrategias rompen la lógica. Porque algunos pilotos aprovecharon el parón para realizar su cambio de neumáticos. Los aspirantes al título decidieron esperar. Pero Webber sacó chispas del muro con su monoplaza. El australiano comunicó por radio que tenía problemas con sus ruedas traseras. Y Red Bull lo llamó a boxes en la vuelta 11. De paso, lo sacrificaba y despejaba el camino a Vettel, siempre favorito en las quinielas de Christian Horner.
Webber fue un cebo que Ferrari mordió a conciencia. Alonso paró en el giro 15. Y salió a la pista por delante de Webber, que había sido taponado por Alguersuari. Pero cayó en medio del tráfico, en el puesto duodécimo, y bloqueado detrás de Nico Rosberg (Mercedes) y Vitaly Petrov (Renault), que ya habían cambiado sus neumáticos cuando el safety car gobernaba la prueba. Alonso era sexto entre los pilotos con una parada. Vettel, con un ritmo implacable, dominaba la carrera y avanzaba hacia el triunfo sin ningún obstáculo. El asturiano necesitaba ganar dos posiciones para recuperar el liderato virtual. Ferrari, centrado en el detalle Webber, había perdido la perspectiva general de la carrera.
Taponado por Petrov
El objetivo era superar a Petrov y a Rosberg. Pero en las rectas de Yas Marina el ruso pisaba el acelerador y abría una brecha que resultaba imposible de cortar para Alonso, por mucho que ajustara las frenadas. Los Renault habían exhibido su velocidad en los entrenamientos libres. Y Marc Gené, probador de Ferrari, reconocía que el F10 de Alonso ayer no estaba configurado para matar, sino para defenderse. En el equipo italiano habían apostado por una versión conservadora, en la que se ganaba en aerodinámica y se perdía en la velocidad punta. Porque, teóricamente eran otros los que tendrían que arriesgar en Yas Marina.
El gran premio se consumía sin cambios. Alonso ni siquiera conseguía situarse a la estela de Petrov. Se salió de la pista en varias ocasiones. Agonizaba, víctima de la frustración. Mientras, por delante, Hamilton sufría una situación similar, porque tampoco cazaba al otro Renault, conducido por Robert Kubica, que todavía no había visitado los boxes.
Kubica logró tanto margen sobre Alonso que regresó a pista por delante del bicampeón después de cambiar sus neumáticos. A Alonso, todavía más lejos de su tercera corona, solo le quedaba esperar el milagro: un error garrafal de Vettel, al que no presionaba nadie, o un problema mecánico insalvable. Pero el milagro no llegó.
Al podio de Abu Dabi subieron tres campeones del mundo. Vettel, Hamilton y Button. Faltó en esa fotografía Alonso, que ya había anticipado que era necesario subir al cajón de honor en las últimas pruebas para conquistar el título.
Triunfo del coche
Red Bull, campeón de constructores y de pilotos, sumó 15 poles y 8 triunfos en 19 carreras. Lo extraño es que, debido a sus guerras intestinas, no hubieran sentenciado antes el campeonato. El equipo austríaco parecía empeñado en repetir aquel episodio de McLaren del 2007, que pagó carísima su bicefalia regalando la corona a Kimi Raikkonen en la última prueba del campeonato.
Pese a su evidente desventaja mecánica, Alonso luchó hasta el final. Pero la máquina, implacable, acabó derrotando al hombre. Y el asturiano lloró. Porque se supo cerca de las estelas de Niki Lauda y Ayrton Senna. Del tercer Mundial que se esfumó en los boxes de Yas Marina.