El artista que relanzó el golf

Paulo Alonso Lois
paulo alonso REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Fallece a los 54 años Severiano Ballesteros, el deportista que revitalizó el juego en Europa

08 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El hijo del jardinero en Pedreña, el mejor golfista español de todos los tiempos, el artista que revitalizó el juego en Europa con cinco grandes, Severiano Ballesteros, falleció ayer a los 54 años. En la puerta de su casa de Cantabria, su hermano Baldomero anunció su muerte a las 02.10, como «consecuencia de una insuficiencia respiratoria», tras dos años y medio peleando con el cáncer. Su legado abarca todas las aristas del golf.

La historia de Severiano Ballesteros es la de un imposible. Triunfó en un juego apenas conocido por una minoría en su tierra cuando empezó. Su talento germinó en el erial de la España franquista. Amó tanto el golf que se inició de forma casi clandestina. Se colaba por las noches para jugar a la luz de la luna en el campo de Pedreña, donde trabajaba su padre. A los 8 años, su hermano Manuel le regaló su primer hierro 3, con el que entrenaba golpes en la playa. Al año siguiente, empezó a trabajar como cadi, a cambio de 40 pesetas, en el club del pueblo, donde no pudo jugar hasta que cumplió los 13.

Aquellas 200.000 pesetas

Su tío, Ramón Sota, fue el primer golfista español de fama internacional, en los 60. Pero fue el cardiólogo madrileño César Campuzano el que ejerció de mecenas de Severiano, al prestarle 200.000 pesetas para viajar a varios torneos al tiempo que se hacía mayor de edad. Así empezó el primer deportista español que conquistó el mundo entero.

Era un mago y un ganador. Traspasó fronteras. Inventó golpes imposibles, de rodillas, de espaldas, a ciegas... Cautivó por su carisma e imaginación y avivó un deporte por momentos encorsetado. Su aura está a la altura de Arnold Palmer para la afición norteamericana.

Su talento le convirtió en precoz. Profesional desde los 16 años, ganó su primer título del circuito europeo a los 19. A esa edad, se le escapó el British de 1976 en Royal Birkdale ante Johnny Miller, que regaló una frase cuyo valor descubrió después: «Para Seve ha sido mejor quedar segundo que primero». El genio de Pedreña comprendió luego que no habría podido asimilar la presión de levantar tan joven la jarra de clarete.

Volvió y venció en 1979, en Royal Lytham. El norteamericano Ben Crenshaw, doble campeón del Masters, sentenció: «Seve consigue golpes que yo ni siquiera veo en sueños». La leyenda había comenzado. La primavera siguiente fue ungido como líder del Viejo Continente.

Con 23 años logró una victoria simbólica en el Masters de 1980. Fue el más joven vencedor en Augusta -hasta que llegó Tiger Woods- y el primer europeo. Su triunfo demostró que se podía ganar a los norteamericanos en su casa. Abrió el esplendor del Viejo Continente, que prolongaron Sandy Lyle, Nick Faldo, Chema Olazábal, Bernhard Langer e Ian Woosnam vistiéndose la chaqueta verde.

Dos títulos pendientes

En Augusta repitió triunfo en 1983. «El Masters me debe dos títulos más, pero será difícil cobrarlos», resumió en una entrevista en La Voz hace seis años.

Su idilio con el Open Británico fue todavía mayor. La afición lo idolatró en el Reino Unido, donde el golf gozaba de una popularidad a años luz de la que tenía en España. Ganó su segundo título en 1984, en Saint Andrews, la cuna del golf, donde gritó su popular «la metí, la metí» tras embocar el putt decisivo en el hoyo 18.

Hubo un tercer título del British, en 1988 en Royal Lytham. Con 31 años, inventó un camino imposible hacia el hoyo 16, pegando un golpe desde un aparcamiento provisional para conseguir un birdie.

Su juego natural, intuitivo, y su precocidad se cobraron un gran peaje. Las molestias de espalda acortaron su carrera. Tras su triunfo del Open de España de 1995, con 38 años, comenzó su ocaso. Ya nunca fue el mismo, aunque se resistió a retirarse hasta el 2007. En total, sumó 54 títulos en el circuito europeo, más de 90 por todo el planeta y cinco Mundiales match play, ganó seis veces la Orden de Mérito europea y entró en el Salón de la Fama. «Inventaba golpes. No se encuentran muchos pegadores fuertes como él, con tal imaginación y toque», destacó entonces Jack Nicklaus.

Tocó la Ryder con su varita

Su impronta también cambió para siempre la Ryder Cup, que languidecía por la monótona superioridad de Estados Unidos sobre el Reino Unido. Junto a otros, impulsó la apertura del equipo al resto de Europa en 1979. Inolvidable pareja de Chema Olazábal, también logró que Europa jugase como local por primera vez lejos de las islas Británicas. En 1997, capitaneó el triunfo del Viejo Continente en Valderrama. En total, ganó cuatro veces el trofeo, hoy convertido ya en el mayor acontecimiento del golf mundial.