Nadal reta a su verdugo del 2009, y víctima de la última final en París
01 jun 2011 . Actualizado a las 06:00 h.El debate alrededor de la fragilidad de Rafa Nadal en el arranque de Roland Garros finaliza hoy (Teledeporte, 15,30). No hay espacio para claroscuros en su duelo de cuartos con el sueco Robin Soderling, que actuará como trampolín hacia semifinales o le impondrá un castigo severo para cerrar al temporada en tierra. El mallorquín se cruza con un rival que se convirtió en final y principio de dos épocas en sus dos últimos enfrentamientos en París.
Una tarde del 2009, cuando el tetracampeón Nadal no conocía la derrota en Roland Garros, Soderling, entonces el número 25 del mundo, propició un terremoto de insospechadas dimensiones. El mallorquín reveló luego una lesión que mantenía oculta, renunció a Wimbledon y abrió once meses en los que no celebró un solo título. Nunca antes se había dudado tanto de su condición física, técnica y mental, pues los problemas alcanzaban a su ámbito personal tras la separación de sus padres.
Nadal cerró todo aquel tiempo de querer y no poder en la siguiente gira de tierra. Ganó todo cuanto se puso por delante, pero la final de Roland Garros le reservaba a Soderling como rival, como en un guiño del destino. Con justicia poética ganó el título sin ceder un solo set y esprintó hasta completar al final del verano los cuatro grandes títulos.
Hoy es la alargada sombra de Novak Djokovic, la superioridad que en los cinco últimos meses ejerce sobre el resto de los tenistas del planeta, la que encoge a Nadal. Pero esa situación parece haberse contagiado a todos los partidos del mallorquín en París.
Soderling no es el rival ideal para que Nadal recobre la confianza en tanto no le va a dar ritmo con su juego a estacazos. Pero lo puede despojar de la presión que lo acompaña ante rivales menores, frente a los que cualquier desliz se magnifica. «O juego bien o me voy a Queen?s», sabe el mallorquín.
Para Soderling, el partido también evoca su gran día en Roland Garros. Aquel triunfo ante Nadal en el 2009 le hizo creer en su potencial. «Antes nunca había pasado de tercera ronda en un grand slam, y me probé a mí mismo que podía lograr buenos resultados en las grandes citas», admite el sueco.