El Tour de Francia se nutre con su propia historia, alimentándose de sus mitos, bebiendo de sus propias fuentes. Este año, la grande boucle se inclina ante el Galibier para celebrar el centenario del primer paso de la carrera por esta montaña sagrada. Henri Desgrange, el hombre que alumbró el Tour, escribió en L?Auto: «¡Oh Sappey, oh Laffrey, oh Cold Bayard, oh Tourmalet! No fallaré en mi deber proclamando que al lado de Galibier, sois pálidos y vulgares reflejos. Ante este gigante no queda más que quitarse el sombrero e inclinarse con profunda reverencia».
La carrera se acercará al Galibier hoy y mañana. En su primera visita abordará la cima por la vertiente sur, la cara menos arisca. La ascensión a este puerto siempre está unida a otra montaña. En este caso será el Lautaret, que guarda su propia leyenda. En 1935 el español Paco Cepeda murió descendiendo sus rampas. Fue la primera víctima mortal del Tour. El Lautaret será el aperitivo antes de los ocho kilómetros de ascensión del Galibier. Las cuentas totales de la ascensión, 22,8 kilómetros de una pendiente media del 4,9 %, aunque en el último tramo las rampas alcanzan el 9 %. El coloso será meta por primera vez en la historia de la ronda francesa. Marcará el techo del Tour, que nunca había llevado tan alto el final de una etapa, a 2.645 metros. El punto y final a 200,5 kilómetros de recorrido.
Antes del Galibier, el pelotón deberá afrontar otros dos puertos de categoría especial, el Agnel, con 23,7 kilómetros al 6,5 % de desnivel, y el Izoard, otra ascensión legendaria en el Tour, con 14,1 kilómetros al 7,3 % y el paisaje lunar del Casse Déserte.
Duelo de aspirantes
Alberto Contador, que ayer atacó en un descenso suicida junto a Samuel Sánchez, promete quemar sus naves en estas dos etapas que preceden a la contrarreloj de Grenoble. Aunque Frank Schleck cree que si el madrileño ataca bajando es porque no está convencido de sus cartas subiendo. A su vez, los propios hermanos Schleck tendrán que demostrar que su debilidad fue circunstancial. Afortunadamente para ellos, hoy no tendrán que descender el Galibier, pero sí deberán hacerlo mañana cuando coronen la cima camino de otro mito, Alpe D?Huez.
Esta dupla alpina será también una prueba de fuego para un sólido Cadel Evans. Todos sus rivales rezan para que el australiano sea fiel a su tradición y pase su día malo en las cumbres. Ese atragantamiento está tardando en llegar. Y a Evans siempre le quedará la crono del sábado para atrincherarse en la general.
Otra incógnita a despejar en la interesante ecuación táctica que propone a estas alturas el Tour es la del líder, Thomas Voeckler. El francés resiste más de lo que establecía el guion. Y el pasado martes tuvo que frotarse las manos cuando saltaron las alarmas por la nevada que cayó sobre el Galibier. El mal tiempo hacía temer que se suspendiera la etapa de hoy, como ya había sucedido en 1996, cuando el cielo borró del mapa el Iseran y el Galibier. Hubiera sido menos terreno para ceder el maillot amarillo. Pero no hay tregua para Voeckler. Christian Prudhomme, el director de la carrera, garantizó ayer que se disputará la etapa «con sol y nubes». El Tour, pues, regresará al Galibier, la cima a la que más veces ha vuelto.
«Habrá que atacar también en el Galibier, porque voy por detrás en la general»
Alberto Contador
«Alberto va a dinamitar la carrera. Es el único capaz de dar la vuelta a la situación actual»
Samuel Sánchez