La afición buscaba en Manzaneda a David Blanco, único representante de Galicia en el pelotón de la ronda española, que llegó emocionado a la meta
01 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.«¿E por onde ven o galego?». La pregunta bailaba ayer entre el público agitada por el viento de Manzaneda. Las miradas de los aficionados, concentrados en los últimos cinco kilómetros, buscaban una señal. Algunos, después de subir el trecho final en telesilla, intentaban buscar en la pantalla gigante de la meta el dorsal 62, el maillot del Geox de David Blanco, el único corredor gallego de todo el pelotón de esta Vuelta a España. Otros, sin imágenes que llevarse a los ojos, se entregaban al speaker o a la radio. El rey de Portugal, donde ha conquistado cuatro rondas, con 36 años por fin tuvo la oportunidad de sentirse de alguna manera profeta en su tierra. Llegó emocionado a la cima ourensana. «Vas a coger frío», avisaba un auxiliar. Pero la temperatura no borraba la sonrisa del corredor compostelano, que recibía el abrazo y los besos de su padre.
«Tiña moitas gañas de facelo ben e moito medo de facelo mal. E precisaba un día bo dentro dun una malo», confesó después de la paliza de 167 kilómetros. Dijo haber recuperado las buenas sensaciones después de haber sufrido más de la cuenta en la primera parte de la Vuelta. «Estas si que son as miñas pernas, as outras non sei de quen eran», añadió entre risas. Por eso no renuncia a buscar su pedazo de gloria en esta edición de la carrera. «A ver se podo dar aínda algunha alegría nesta carreira», señaló con sincero optimismo.
El único gallego presente recordó a otro ausente, Ezequiel Mosquera, su amigo y compañero de entrenamientos. «Acordeime moito de Eze, todo o día. Añadió que había visitado Manzaneda con el teense.
Pintadas para Mosquera
No solo Blanco se acordó de Mosquera, segundo en la pasada edición de la ronda española y que está pendiente de que se resuelva su caso después de que se le detectara ya hace once meses hidroxietil en un control de la Vuelta. Los últimos kilómetros de Manzaneda estaban tapizados con frases que pedían «xustiza» y «solución» para Ezequiel. Algunos lucieron las mismas peticiones en camisetas preparadas para la ocasión. Mosquera no tenía la intención de acudir a ver en directo ninguna de las etapas gallegas de esta Vuelta. Ni siquiera la de Manzaneda, a pesar de que conoce perfectamente el territorio del gigante, ya que ha sido el eje de sus concentraciones en altura.
Aunque el asfalto de Manzaneda también guardó un lugar para cuestiones más prosaicas. En una rampa se podía leer «Johnnie Walker». Lo mejor es que el ciclista australiano ni siquiera está en carrera. Pero su simple nombre lo convierte en un ídolo de muchos.
Por Manzaneda también transitó la nostalgia. El gallego Serafín Martínez, que tuvo que aparcar la bicicleta cuando desapareció el Xacobeo, conduce uno de los coches con los que la organización de la carrera desplaza a sus invitados. Él, que lució el maillot de la montaña, ayer sintió envidia sana. «Lo llevé peor el primer día, en Benidorm, ahora estoy acostumbrado. Me gusta esto, no sufro y voy con aire acondicionado. Además, veo cómo otros descubren como es esto del ciclismo», explicó. Otra forma de ver Manzaneda.