El triunfo nace de la austeridad

La Voz en Alicante Antón bruquetas

DEPORTES

Las incomodidades del día a día en un barco de la Volvo Ocean Race

29 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La vela a menudo se ha asociado al lujo, al dispendio desmesurado. Y quizás el entorno que rodea en tierra firme a un equipo de competición ayude a proyectar esa imagen distorsionada de la realidad. Pero quien haya visitado alguna vez uno de los barcos que participan en la Volvo Ocean Race, la vuelta al mundo por escalas y que comienza hoy en Alicante con la regata costera, sabe que la verdad es diferente. Entiende que en este tipo de embarcaciones el éxito parte de la austeridad, nace de despojarlo de todo lo superfluo para arañar tiempo en alta mar. La lucha contra el cronómetro en este desafío superlativo provoca que la vida a bordo esté plagada de incomodidades. Un reto donde el peso es determinante y que solo los mejores profesionales son capaces de soportar.

la embarcación

Desnuda por dentro

Cada uno de los seis equipos que tomarán la salida (Camper-Emirates Team New Zealand, Telefónica, Groupama, Abu Dabhi, Puma y Sanya) disponen de un barco de setenta pies de eslora (aproximadamente veintiún metros) fabricado íntegramente en fibra de carbono y donde convivirán once tripulantes durante cerca de ocho meses. En cubierta los espacios son abiertos para permitir el transito de los navegantes y la correcta ejecución de las maniobras. Dispone de aparatos equipados con la tecnología más moderna para aprovechar al máximo el rendimiento de las velas. Por el contrario, dentro no tienen nada. Los huecos se aprovechan para guardar las velas, la comida y la ropa. Las camas, una especie de literas en las que prácticamente no cabe una persona boca arriba, se fijan a los laterales del casco. La embarcación dispone también de un pequeño baño y un hornillo para calentar agua. Y la mesa de navegación está en un lugar donde ni siquiera es posible ponerse de pie.

OSCURIDAD

Sin luz del exterior

La única luz que accede al interior lo hace a través de las escaleras que llevan a cubierta. Esto asegura la estanqueidad del barco y garantiza que no haya una disminución en la resistencia del casco, pero también obliga a la tripulación a moverse en una absoluta oscuridad. De hecho, para llegar hasta la proa, el punto más alejado de la luz, la dotación utiliza linternas similares a las que llevan los mineros cuando están trabajando bajo tierra. «En realidad, el barco es más cómodo así», comenta Pachi Rivero, uno de los regatistas españoles más reputados y que visita estos días Alicante para ver a sus compañeros de profesión competir. «Solo hay que acostumbrarse a no tener nada más que lo necesario. Tener más espacio posibilita que se hagan todas las maniobras de una forma más rápida y eficiente», agrega.

HUMEDAD

Condensación asfixiante

«Es de las peores cosas que llevo», comenta el coruñés Chuny Bermúdez de Castro, el único gallego participante en la Volvo Ocean Race, enrolado en el Camper-Emirates Team New Zealand. «En ocasiones -señala- se condensa tanto que parece que dentro está lloviendo. Cuando -continúa- te subes al barco, te mojas y no logras deshacerte de esa sensación hasta que regresas a casa». La ausencia de aberturas en el casco favorecen la condensación que mezclada con el calor puede ser asfixiante. Combinada con el frío polar, un auténtico quebradero de cabeza para el equipo, un nido de enfermedades.

LA COMIDA

Alimentos hidrofilizados

Una forma de rebajar el peso del equipaje que portan las tripulaciones es alimentarse con comida hidrofilizada, es decir, que ha sufrido un proceso de deshidratación con lo que ocupa una novena parte de su volumen habitual. Además, permite la perfecta conservación de los productos. Para lograr que vuelva a ser comestible esta se sumerge en agua hirviendo. Para ello hay un pequeño fuego dentro del barco en una parte cerca del mástil. Sin embargo, a pesar de que como confirman los regatistas se ha avanzado mucho en este campo, su sabor dista del original.

GUARDIAS

Solo cuatro horas para dormir

Cuando el barco navega en condiciones meteorológicas normales, cada tripulante disponen de aproximadamente cuatro horas para dormir. Es el tiempo que dura una guardia estándar. Sin embargo, en el momento en el que el estado del mar se vuelve complicado, cada regatista tiene solo dos horas para descansar. En estas circunstancias, conciliar el sueño no resulta sencillo cuando el oleaje zarandea la embarcación. Los impactos de las olas hacen temblar toda la estructura de carbono. «Utilizo una buena taza de té cuando tengo que permanecer despierto», comenta Bermúdez de Castro. Otros regatistas recurren al café. Cualquier cosa es buena para no dejar la embarcación desatendida.

EL MIEDO

El oleaje castiga el casco

Con el transcurso de los días todos los elementos que componen los barcos van padeciendo el castigo del oleaje. Normalmente el deterioro se hace patente justo en los momento de mayor exigencia de la embarcación, en las situaciones límite. Por lo que, los tripulantes ya saben que, tarde o temprano, se encontrarán con el miedo. «Claro que he sentido miedo. Muchísimas veces», dice el regatista gallego del Camper- Emirates Team New Zealand. Saber cómo sobreponerse a este y al resto de contratiempos que aparecerán en las 39.200 millas es la distancia que separará la derrota de la victoria, el éxito del fracaso.