Desplazarse a las localidades en donde tu equipo tiene que jugar un partido de fútbol se convirtió hace muchos años en alegría para los aficionados. Reflexionaba yo sobre episodios vividos en tiempos pasados, mientras leía 10 años del Centenariazo, la interesante revista ofrecida ayer por La Voz de Galicia que refresca la memoria a los aficionados sobre aquella triunfal e histórica final de Copa conquistada por el Deportivo frente al Real Madrid, hazaña alcanzada en el propio estadio Santiago Bernabéu. Recordar la epopeya futbolística a la vuelta de diez años es refrescar la memoria de los deportivistas quienes, desde aquel 6 de marzo del 2002 (¡año capicúa!) revivieron en muchas ocasiones esos recuerdos que, cuando vienen del fútbol, reverdecen con más alegría el ánimo de quienes los comentan.
El malhumor de la derrota
Viajar a otras ciudades para ser testigo de los partidos que el Deportivo vino jugando lejos de Riazor fue para mí una obligación profesional que, al servicio de La Voz y sus lectores aficionados, cumplí a lo largo de muchas temporadas. Siempre contento, sobre todo en el viaje de ida, porque luego, si se perdía, en el fútbol nadie puede disimular el malhumor que origina la derrota.