El desencuentro entre ambos se remonta veinte años, cuando el vasco apartó al madrileño de la selección
07 mar 2012 . Actualizado a las 15:49 h.Dicen que los polos opuestos se atraen, pero el caso de Míchel y Clemente es la excepción que confirma la regla. Dos caracteres irreconciliables y dos formas de ser que se alejan más a cada año que pasa. Clemente es de los que no se calla, de los que tiran siempre hacia delante con sus ideas, con una marca propia. En el otro lado está Míchel, dentro del grupo de los nuevos técnicos, con facilidad de palabra y con un estilo en el que prima el buen trato hacia el balón y a las personas. Aunque no siempre fue así.
Su desencuentro se forjó en el Sánchez-Pizjúan, el escenario en el que ahora busca lograr sus éxitos el entrenador madrileño. Era 18 de noviembre del 1992. España se jugaba frente a Irlanda medio pase para el Mundial de Estados Unidos 94, y el encuentro terminó con un empate sin goles. A partir de ese partido, Clemente empezó una polémica renovación en las filas de la selección, y decidió que Míchel ya nunca más volvería a formar parte del conjunto nacional. Tampoco lo harían Butragueño ni Martín Vázquez. Era el momento para otros como Julio Salinas o Luis Enrique.
La mecha ya estaba encendida, y poco a poco el fuego se fue avivando con pequeñas puyas disfrazadas de comentarios en diversos medios de comunicación. A Clemente no le gustó que Míchel acudiese a Estados Unidos como comentarista de TVE, y alegó que «su presencia podía descentrar a los jugadores», pero lo que en realidad le hirió el orgullo -y eso duele mucho- fue lo que el madrileño escribió de él en el diario Marca en el 2002.
«Clemente sigue subido en la gabarra desde hace veinte años», «es incapaz de analizar su manifiesta impotencia como técnico obsoleto» o «el único campo que le interesa es el de golf», fueron algunas de las perlas dirigidas hacia Clemente. El pundonor del vasco quedó tocado y respondió años después: «Hace cinco años escribió un artículo sobre mí en el que me insultó y yo soy una persona sensible. No quiero tener ninguna relación con él. No le daré la mano, se equivocó y ahora él hace su vida y yo la mía», explicó antes del primer partido en el que se verían las caras como entrenadores. Fue en un Valladolid-Getafe, y no solo no se saludaron, durante el encuentro ni se dirigieron la mirada.
El destino vuelve a unirlos esta vez en El Molinón. El miembro de la Quinta del Buitre conducirá a los jugadores sevillistas en el encuentro frente al Sporting, dirigido ahora por el de Baracaldo. Que no se saludarán en Gijón es casi una realidad tan cierta como que ese día será un capítulo más en la historia del fútbol de nuestro país. Suma y sigue.