
El estadounidense batió a su compatriota Lochte; Cseh completó el podio
03 ago 2012 . Actualizado a las 18:25 h.Una historia como la de Michael Phelps merecía un final así. De oro.
Aunque el sábado aún buscará el título en la prueba de relevos, ayer nadó sus últimos 200 metros en solitario. Solo, como permanecerá en la historia del deporte olímpico. Agarró el oro en los 200 estilos y alcanzó las veinte medallas. La piscina olímpica de Londres asistió al anticipo de una despedida gloriosa. Al adiós de un gigante que se queda para siempre en el Olimpo. Dice Sebastian Coe, presidende del comité organizador de estos Juegos, que Phelps no es el más grande. Que no hay que olvidar a la perfecta Comaneci, al polivalente Daley Thompson o al resistente Steven Redgrave. Ya. No es fácil medir deportes. Pero el dominio de Phelps ha sido abrumador: laminó en Atentas 2004 y Pekín 2008, superó las siete medallas de Mark Spitz, y ahora, en su despedida, en su ocaso y sin ser el que fue, ha sido capar de seguir ganando. No hay pez más grande ni en el mar ni en la tierra.
Y esta vez se vio pronto. Apareció bajo la capucha, con el rap en los cascos. Serio. Encapsulado. En la grada, su familia ya se emocionaba.
El chapuzón final. Frente a Phelps estaba Lochte, el pobre Lotche, el impresionante nadador que le había quitado el récord del mundo, en Sanghái, hace un año: 1.54.00. El relevo. El rival que le humilló el pasado sábado en la prueba de 400 estilos, la primera final desde hace doce años en la que Phelps no cogía medalla (acabó cuarto). Éste era el último duelo.
Había que poner la cosas en su sitio. El broche a la mejor historia.
Phelps no perdonó ni en la salida. Tremendo brinco. Una jabalina en el agua. Marcó el mejor registro en los 50 metros mariposa: 24.63.
Lochte, con 24.79, acechaba. Es un especialista en espalda. Pero no remontó. En el segundo tramo Phelps aumentó el agua entre ellos. Hizo 28.53, por 29.10 de Lochte, que no iba. Le caía la chaparrada que levantaba a su lado Phelps. Sólo Pereira, el brasileño, fue ahí más veloz que Phelps: 28.39. Y pareció que se metía en la pelea. Falsa apariencia. Phelps y Lochte se quedaron con todo, seguidos de lejos por el húngaro Cseh. En braza, Phelps también superó por 15 centésimas a su rival y colega. A Lochte le quedó un único consuelo: ser mejor en los últimos 50 metros, los de estilo libre. Pero ya era tarde. Ganó Phelps con 1.54.27, por delante de Locthe y Cseh. El oro, la vigésima medalla, ya colgaba del inmenso pescuezo de Phelps, que se emocionó. Merecía acabar así. Primero, con todos detrás. Como estará durante décadas en la cima del deporte.
Sin Phelps, Lochte habría sido un mito
Lochte se quedó con esa plata y con el bronce que había sumado media hora antes en los 200 metros espalda. Es otro privilegiado. La mayoría de los nadadores bracea toda su vida en busca de una final olímpica.
Pocos, un puñado de elegidos, la alcanzan. Locthe, en cambio, tenía dos finales en media hora: los 200 metros espalda y los 200 metros estilos.
Sin casi tiempo para limpiar la fatiga de sus músculos entre dos esfuerzos supremos. Lochte es una bestia.
Sin Phelps, Lochte habría sido un mito: tiene ya 5 oros, 3 platas y 3 bronces. Con Phelps, Lochte siempre ha sido el chico de al lado, el nadador guapo bronceado en Florida que aparece al fondo, tras la estatua de 'superman' Phelps. Y Lochte es más que eso. Polivalente y poderoso, asumió el estrellato de su rival y amigo, y amasó a su sombra un palmarés tremendo. Pero todo parece pequeño comparado con el 'tiburón de Baltimore', incluso el enorme Lochte.
Aun así es un chico alegre. Pelín hortera. Le va la moda y dar la nota. Se coloca fundas dentales de diamante con los colores de la bandera estadounidense y sonríe a las cámaras. Tiene carácter latino: su madre, Lleana, nació y creció en La Habana. A Lochte le gusta ese pasado, la calma cubana, las familias numerosas y bulliciosas. Lleana, presente en los Juegos de Londres, no deja de atender a las cámaras. Gesticula, bromea y dice que su hijo, claro, es el mejor. Y que se lleva de maravilla con el que siempre le ha tapado. Hasta ella hace migas con la madre de Phelps.
Antes de la prueba que despedía a Phelps, Locthe salió a por el oro en una de sus especialidades, los 200 espalda. Lo tuvo durante 150 metros y se le fue al final. Le trituró otro estadounidense, Tyler Clary (1.53.41), uno de esos chicos a los que casi nadie conoce, a los que Phelps ha tapado con su sombra de Éverest.
En este vídeo, un resumen de todas las carreras en las que logró hacerse con medalla.