Iñaki Badiola fue presidente de la Real Sociedad durante menos de un año. Fue un período de tiempo corto, pero convulso. Si se pregunta por él en San Sebastián, no se escucharán grandes halagos hacia su persona. Prometió que la Real Sociedad ingresaría millones y millones fruto de sus contactos en China, pero todo resultó ser un cuento. Metió al club en un concurso de acreedores en el que él mismo acabó siendo considerado culpable de haber agravado la situación de insolvencia en la que se encontraba la entidad donostiarra.
Por eso, ahora que sale de nuevo con la seria acusación de que su club pagaba en negro 328.000 euros al año a Eufemiano Fuentes por productos dopantes, conviene recordar que la credibilidad de este personaje está, cuando menos, tocada.
Pero que Badiola esté desacreditado no quiere decir necesariamente que todo lo que diga deba caer en saco roto. Sobre todo cuando sus acusaciones tocan de nuevo a José Luis Astiazaran, presidente de la Liga de Fútbol Profesional y uno de los dirigentes de la Real en la época en la que presuntamente se pagaba a Eufemiano para que dopara a los futbolistas. Astiazaran lo niega, pero la existencia del acrónimo Rsoc usado por el médico canario para identificar los destinatarios de algunos de sus tratamientos, hace que el desmentido de Astiazaran pierda peso y no sea suficiente.
No hay que olvidar también, que los administradores judiciales que llevaron el concurso vasco argumentaron en su día que durante la gestión del actual dirigente de la Liga «se han mantenido prácticas contables no acordes a principios y normas de general aceptación» que habrían llevado «a falsear las cuentas en unos 20 millones de euros para mejorar la situación económica y financiera de la entidad».
Esta es la persona que ha de velar por el juego limpio financiero de la Liga española. El lobo cuidando el rebaño.