
Francisco Javier Villasuso destacó en categorías semiprofesionales, pero se quedó a las puertas de la gloria y ahora trasladará a su hijo las claves del balón
30 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Hay quien asegura que en el fútbol todo depende de que entre la pelota. Otros, sin embargo, han comprobado en sus propias carnes que no es suficiente. Para ejemplo de esto último, una vida. La de Francisco Javier Vilasuso Lorenzo (A Coruña, 1969).
Si hay niños que nacen con un pan debajo del brazo, Villasuso lo hizo con un balón. Y todavía no ha dado por zanjada su relación con el esférico.
Desde sus inicios en el Portazgo tuvo claro que su vocación era atacar la portería contraria. Y que quería vivir del fútbol. Sabedor de su talento, con quince años se atrevió a mudarse a Londres con la Premier League como meta al tiempo que acompañaba a su tío, dueño de un conocido restaurante cerca de la céntrica Leicester Square. Sin embargo, la aventura británica apenas duró unos meses, ya que a punto de conseguir una prueba para el Manchester United, se vio obligado a regresar por el repentino fallecimiento de su padre. «Al menos, aproveché para ganar en musculatura entrenándome duro», recuerda.
De nuevo en A Coruña, sus actuaciones en el fútbol modesto herculino le abrieron las puertas de un Fabril con nombres como el de Bodelón y dirigido por Luis Rodríguez Vaz. «Me sugirieron jugar en el juvenil de nacional entrenado por Ucha, pero yo quería enrolarme ya en el Fabril de pleno derecho, así que no acepté y me fui», relata.
Del filial del Deportivo pasó al Betanzos de Fernando Blanco en Tercera División, donde solo estuvo medio año. Sada, por tres meses, fue su siguiente escala. Imposible de este modo estabilizar una carrera. Villasuso lo admite: «Era un niño que tomaba decisiones inadecuadas. Ahora expongo mis errores».
Lo dice señalando hacia su hijo Alejandro (A Coruña, 1998), atacante del Montañeros cadete de División Honor: «Intento transmitirle que debe gestionar lo que le puede llevar a ser futbolista. Yo tenía mucha calidad, pero se quedó en nada». «Pero mi hijo tiene el equilibrio mental necesario. Lo que no garantiza que sea profesional. Lo intentaré por todos los medios, porque el que debió de ser profesional soy yo. Y le puedo ayudar con conocimientos técnicos», matiza.
Compostela y Racing
De aquel Sada pasó al Obrero de Oleiros, Sigrás y de nuevo el Sada. «Hasta que José María Caneda me reclama para sustituir en el Compostela a Juanito, que se había ido al Santander. Pero de nuevo la mala suerte apareció y al salir del reconocimiento médico me rompí un dedo con la puerta de la clínica. Entonces me dicen que me tengo que recuperar en el Ordes. Respondo que no, que quiero jugar en Segunda con el Compos. Otra decisión errónea. Todo se fue al garete», vuelve a insistir Villasuso.
«Yo pensaba que con goles podía conseguir todo. A mi hijo le digo que debe mejorar su mentalidad, disciplina y conciencia de grupo. Aunque no sea tan fantástico técnicamente como yo», ejemplifica. «Yo decía dónde quería jugar y había entrenadores que no lo aceptaban. Siempre me moví por emociones. Viví de la fantasía y de la imaginación. Los entrenadores se olvidaron de emocionar al público con solo un control o un disparo. Yo lo lograba. Pero quizás para ser profesional del fútbol hay que ver el negocio más fríamente», analiza.
Tras otro intento fallido de fichaje por el Racing de Ferrol y una grave lesión decidió renunciar al fútbol profesional. Pero no al deporte del balón. Empleado de una empresa de máquinas expendedoras, avanza su próximo sueño: Una academia de entrenamiento técnico individual. Su primer alumno, su hijo: «Le puedo enseñar a jugar al fútbol de un modo eficaz. Estoy dispuesto a darle la oportunidad que yo no tuve. Si hubiese opciones, me lo llevaría a Inglaterra».
La conclusión es abrumadora: «Quiero que la gente escuche la versión de alguien que no lo logró por ciertas vanidades que uno tiene cuando es un niño».