Aquella noche aciaga en el Cilindro

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández A CORUÑA / LA VOZ

DEPORTES

Larrivey anotó para Colón en el duelo que marcó la peculiar carrera de Luis Fariña

22 sep 2014 . Actualizado a las 15:18 h.

«Justo en la primera pelota que toco, que recibo de espaldas, noto el empujón del rival y me queda la pierna atrás. Yo ahí ya sentí que me había roto, pero seguí jugando 20 minutos. En ese tiempo me caí cuatro veces al piso. A la cuarta, el doctor me mandó salir». No se le olvida aquella noche a Luis Fariña. El día antes, le entrevistaban para el diario Olé. La ausencia de Gio Moreno daba al joven enganche la oportunidad de salir de inicio frente a Colón, precisamente el equipo contra el que había debutado en la máxima categoría justo un año antes. Desde entonces apenas había vuelto a tener minutos con Racing, pero esta vez el pelado estaba convencido. «Ya es tiempo de explotar y demostrar lo que puedo dar. Es la hora», declaraba al rotativo argentino.

Pero el momento aún tardaría en llegar. Porque el duelo de su reestreno como titular en el Cilindro concluyó en un quirófano. «No solo me rompí el cruzado, sino también la cápsula, los meniscos... Todo», recuerda ahora en una larga charla para La Voz sobre sus inicios en el fútbol. Para colmo, la Academia perdió el partido. El 1-2 definitivo para los de Santa Fe lo fabricó Federico Higuaín (el hermano del Pipita) y lo concretó Joaquín Larrivey.

El hoy ariete del Celta picó la bola y sorteó la desesperada salida de Roberto Junior para anotar su primer tanto con la camiseta del Negro (haría tres más en ese torneo Apertura antes de regresar a Italia).

Fariña reapareció a los siete meses exactos de lesionarse y nunca recayó de su grave problema. Pero aquella noche marcó un antes y un después en la particular carrera del jugador del Dépor.

«Vivir en un lugar de tanto fútbol te despierta las ganas»

«A mí siempre me gustó el fútbol. Desde muy chico. Mi vieja siempre me cagaba porque le rompía todo en la casa». Aquella vivienda, la de los padres de Luis, estaba situada en un rincón muy especial de Buenos Aires. «Obviamente que allí se escuchaba hablar de Diego todo el tiempo. Fue el mejor jugador de la historia. Para mí, salir del mismo barrio que él significa mucho. Vivir en un lugar de tanto fútbol, donde se arman canchas de cualquier manera, te despierta las ganas de jugar», apunta el enganche cuando habla sobre su niñez en Villafiorito.

Nació en barrio pobre, pero la suya no es una historia de dura infancia. «Mis viejos -dos inmigrantes paraguayos que se conocieron en Argentina- siempre me ayudaron en esto. Siempre se preocuparon por trabajar y que nosotros estuviésemos bien. A mí me permitieron darle prioridad al fútbol. Vieron condiciones. Les estaré agradecido eternamente. Me pone contengo poder hablar así de mis padres», cuenta con una sonrisa que se enciende aún más al contar que el deporte le permitió recompensarles el sacrificio: «Tuve la suerte de poder comprarles una casa y sacarlos de allí».

No lo dice porque tenga mal recuerdo de la villa donde creció. Muy al contario: «Cuando estoy en Argentina paso la mayoría del tiempo en el barrio con mis seres queridos. En Fiorito me conocen todos. La gente me trata muy bien. Muy humilde, pero siempre tirándote buena onda. Allí todavía vive mi hermano».

«Había nacido en el 91, pero dije que era del 89 para jugar»

El siguiente paso de Fariña en el fútbol tiene que ver precisamente con ese hermano y con una mentira piadosa. «Él empezó a jugar en Banfield, pero yo todavía tenía seis años, era muy chico. Un día decidí acompañarlo y así de caradura me tiré a probarme a dos categorías más grande. Les dije que había nacido en el 89. El día que llegó el partido me pidieron el documento y ahí vieron que era del 91. Pero como estaban contentos conmigo me dejaron quedarme».

Y no solo para jugar con niños dos años mayores, sino en una posición que exige un enorme desgaste físico: «Yo era muy inocente, así que el día que llegué el técnico preguntó ??¿Quién es el 4 que vino de prueba??? Nadie levantaba la mano, así que la levanté yo. Y jugué de 4 hasta que empecé con los de mi edad y me pusieron de enganche».

Ya en su puesto actual, empezó a llamar la atención. «En un partido de torneo, cuando tenía 9 años, jugamos contra Racing y ganamos 3-0. Yo marqué dos goles. Entonces, un conocido me preguntó si quería probar (en la Academia) y allí me fui», explica.

«Antes de lesionarme, Batista me tenía muy en cuenta»

Con los de Avellaneda mantuvo el nivel, hasta el punto de llamar la atención a los encargados de las categorías inferiores de la albiceleste. «A los 15 años jugaba regularmente con Argentina», comenta. Con 18 recién cumplidos se estrenó con el primer equipo de Racing. «No empecé bien -reconoce-. Me tenían jugando fuera de mi lugar».

Pese a ello, siguió contando para la selección y hasta fue convocado para hacer de sparring de Messi y compañía en las prácticas para el Mundial de Sudáfrica. Sin embargo, justo en el día que parecía destinado a su relanzamiento en el club, se destrozó la rodilla. «Antes de lesionarme, Batista (seleccionador sub-20), me tenía muy en cuenta. Había sido titular en todos los partidos. Después de romperme solo pude hacer una práctica antes del Mundial (de la categoría). Batista quiso llevarme, pero imposible. Me lo perdí».

Aunque su recuperación fue rápida, Fariña tardó en levantar cabeza. Hasta que Luis Zubeldia tomó las riendas de Racing: «Me colocó en mi posición y coincidí con muy buenos jugadores. Hizo que pudiera explotar mi potencial. Además nació mi hijo». El nuevo cuerpo técnico y la paternidad relanzaron la carrera del chico de Villafiorito, que llamó la atención del Benfica.

«Ojalá ahora se la pueda devolver a Larrivey»

En Portugal «todo fue muy raro. El míster no usaba enganche y no llegué a jugar ni un partido». Primero estuvo cedido en el Baniyas emiratí y ahora en el Dépor, donde volverá a coincidir en una cancha con Larrivey, cuatro años después de aquella noche aciaga. Hoy ríe al pensar en la casualidad del reencuentro: «Ojalá ahora se la pueda devolver».